Dónde Comienza la Sabiduría | Devocional diario por Chris Tiegreen
"El temor del Señor es la base de la sabiduría". Proverbios 9:10
En palabras Nos incomoda la idea de temer a Dios. Lo defen- demos como el Único que tiene un amor tan grande que no hay que temerlo. Como dice 1 Juan 4:18: «En esa clase de amor no hay temor». Por lo que redefinimos temor como «asombro» y «reverencia».
Aun así, las Escrituras usan el término «temor de Dios» con tanta frecuencia como para darnos la impresión de que algo más que asombro es apropiado. Es la clase de temor que aterrorizó a los discípulos cuando oyeron la voz de Dios en la Transfiguración (Mateo 17:6); que abrumó a Isaías cuando clamó: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado» en la presencia de Dios (Isaías 6:5); y que hizo que Juan se postrara boca abajo ante la visión del Hijo glorificado (Apocalipsis 1:17).
¿Por qué un Dios de amor nos dice que la sabiduría comienza cuando lo tememos? Porque cuando nos acercamos al Santo con una familiaridad informal, no vivimos la realidad. No lo tomamos con la seriedad que deberíamos, y no consideramos nuestro pecado con la seriedad que merece.
El temor, no del castigo sino de la grandeza abrumadora de Dios, lo ve de manera correcta. Cuando estamos a la orilla del enorme vacío sin fondo que nos separa de él, y comprendemos el precio inconmensurable que pagó para tender un puente sobre ese abismo, experimentamos temor.
Temor de lo que habría sido si nunca hubiéramos conocido el evangelio. Temor de nuestra indignidad. Temor de la dedicación absoluta a él que ahora se requiere de nosotros.
Cuando ese temor se apodera de nosotros, comenzamos a entender la magnitud del evangelio y de nuestro Dios. Ese entendimiento comienza a reorganizar nuestra vida. Y de eso es de lo que trata la sabiduría.
En Hechos Es vital que conozcamos el amor de Dios y que descansemos confiadamente en él. No obstante, un genuino entendimiento del amor de Dios comienza con una consciencia abrumadora de su grandeza, santidad y poder, en contraste con nuestra propia naturaleza pecaminosa.
No hay nada que induzca más al temor que eso. Sin embargo, es allí donde debemos comen- zar. Eso transformará a nuestra propia consciencia, a nuestras relaciones, a nuestro trabajo, a nuestras oraciones; a todo lo que pensamos y hacemos. Eso nos hará sabios.