«Le he dicho a Dios: No me condenes. Dime qué es lo que tienes contra mí. Me diste vida, me favoreciste con tu amor, y tus cuidados me han infundido aliento» (Job 10:2, 12).
O alma probada, quizás el Señor te esté mandando a través de esta prueba para que desarrolles tus dones.
Tú tienes algunos dones que nunca habrían sido descubiertos a no ser por las pruebas. ¿No sabías que tu fe nunca se ve tan grande durante el cálido verano como durante el frío invierno? Tu amor es demasiado a menudo como una luciérnaga, proyectando una muy pequeña luz excepto cuando está rodeada de la oscuridad.
Y la esperanza es como las estrellas: no se ven cuando alumbra el sol de la prosperidad y solo se ven durante una noche de adversidad. A menudo, las aflicciones son el ambiente oscuro que Dios usa para montar las joyas de los regalos de sus hijos, haciendo que luzcan aun más brillantes.
¿No fue hace tan poco tiempo que sobre sus rodillas usted oró: «Señor, pareciera que no tengo fe; por favor, demuéstrame que sí tengo»? ¿No fue su oración, aunque no se hubiera percatado de ello en ese momento, que se le enviaran pruebas y tribulaciones? Porque ¿cómo va a saber si tiene fe si no la ejercita?
Usted depende del hecho que a menudo Dios envía las pruebas para que nuestros dones queden expuestos y así podamos estar seguros de su existencia. Y hay más que simplemente descubrir nuestros dones: experimentamos un verdadero crecimiento en gracia como otro de los resultados de las pruebas siendo santificados por él.
Dios entrena a sus soldados no en tiendas de comodidad y lujo, sino a través de prolongadas marchas y tareas duras y difíciles. Los hace pasar por corrientes de agua, nadar a través de los ríos, ascender montañas y caminar muchos kilómetros con pesadas mochilas sobre sus espaldas.
Querido cristiano: ¿no será por esto las pruebas por las que está pasando actualmente? ¿No será esta la razón por la que él está tratando con usted?