«¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? »En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré.
¡Él es mi Salvador y mi Dios!» (Salmos 43:5).
¿Hay realmente una razón para estar desalentado? En realidad, habría dos razones, pero solo dos. Si todavía fuéramos incrédulos, tendríamos una razón para estar alicaídos, pero si a pesar de ser convertidos, seguimos viviendo en pecado; en tal caso, la consecuencia es el desaliento.
Excepto por estas dos condiciones, no hay ninguna razón para que nos sintamos derrotados, porque todo lo demás debe traerse a Dios «con oración y ruego… y [darle] gracias» (Filipenses 4:6). Y mientras estemos pasando por tiempos de necesidad, dificultades o pruebas debemos ejercer la fe en el poder y el amor de Dios.
«En Dios pondré mi esperanza» (Salmos 43:5, itálicas del autor). Recuerde que no hay un tiempo en que no podamos esperar en Dios, cualquiera sea nuestra necesidad o grande que sea nuestra dificultad. Nuestra esperanza no será en vano y en el mismísimo tiempo de Dios la ayuda llegará.
¡Oh, los cientos e incluso miles de veces que he comprobado la verdad de esto en los pasados setenta años y cuatro meses de mi vida! Cuando parecía imposible que llegara la ayuda, esta venía porque Dios tiene sus propios recursos ilimitados.
Nuestro privilegio es poner nuestras peticiones ante el Señor y con la sencillez de un niño derramar nuestro corazón ante él, diciendo: «No soy digno de que me escuches y des respuesta a mi ruego, pero por el amor de mi precioso Señor Jesús y su favor, responde a mi oración.
Y dame gracia para esperar pacientemente hasta que te plazca enviarme tu respuesta. Porque sé que lo harás en tu propio tiempo y forma».
«Y todavía lo alabaré» (Salmos 43:5, itálicas del autor). Más oración, más ejercicio de nuestra fe y más paciente espera conduce a bendiciones, abundantes bendiciones. Yo he comprobado la verdad de esto que digo cientos de veces y, por lo tanto, continuamente me estoy repitiendo: «En Dios pondré mi esperanza».