«Pues todavía no han entrado en el reposo ni en la herencia que les da el SEÑOR su Dios. Pero ustedes cruzarán el río Jordán y vivirán en la tierra que el SEÑOR su Dios les da en herencia; él los librará de sus enemigos que los rodean, y ustedes vivirán seguros.
Y al lugar donde el SEÑOR su Dios decida habitar llevarán todo lo que les he ordenado: holocaustos, sacrificios, diezmos, contribuciones, y las ofrendas más selectas que le hayan prometido al SEÑOR.
Y se regocijarán en la presencia del SEÑOR su Dios, junto con sus hijos e hijas, con sus esclavos y esclavas, y con los levitas que vivan en las ciudades de ustedes, pues ellos no tendrán ninguna posesión ni herencia» (Deuteronomio 12:9–12).
No hay montaña majestuosa sin un valle profundo, y no hay nacimiento sin dolor.