«No tienen que irse» (Mateo 14:16).
¡Qué tarea tenía por delante el Señor ese día! Había cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños. Alimentar semejante multitud en el acto pudiera parecer nada menos que imposible. Es natural que los discípulos dijeran: «Despide a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren algo de comer».
Es natural que se alarmaran cuando oyeron la respuesta. «No tienen que irse; denles ustedes mismos de comer». Su corazón debe haber desfallecido mientras sus ojos recorrían una y otra vez la multitud agitada.
La perspectiva de alimentar a esa multitud no perturbó al Señor. En realidad, le preguntó a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para que coman estos?». Pero de inmediato aprendemos que lo decía «para probarle».
El Señor Jesús tiene plena confianza de que puede suplir nuestras necesidades y quiere que nosotros también tengamos confianza; porque él es el que por miles de años ha suplido las necesidades de los que ponen su confianza en él.
Como Dios de la providencia, no permite que la harina de la tinaja escasee ni que el aceite de la vasija se acabe. Alguien dio de él este testimonio: «He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan». Y otro: «No ha dejado de cumplir ni una sola de las gratas promesas».
—Seleccionado
Jesús alimentó a la multitud en un lugar desierto.