«Entonces Jacob, su padre, les dijo: —¡Ustedes me van a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros, Simeón tampoco está aquí, ¡y ahora se quieren llevar a Benjamín! ¡Todo esto me perjudica» Génesis 42:36
El otro día, un amigo y yo estábamos pasando por la planta que genera electricidad para los tranvías. Al oír el zumbido y el ruido que producían los numerosos engranajes de las turbinas, le pregunté a mi amigo: «¿Cómo se produce la energía?». Y él me respondió: «Sencillamente por las vueltas que dan esos engranajes y la fricción que crean. La fricción es la que produce la corriente eléctrica».
En una forma similar, cuando Dios desea producir más poder en su vida, crea más fricción. Usa esta presión para generar poder espiritual. Hay quienes no son capaces de manejar esta situación y huyen de la presión en lugar de recibir el poder y usarlo para sobreponerse a la experiencia dolorosa que la produce.
La oposición es esencial para mantener un verdadero balance entre las fuerzas. Son las fuerzas centrípeta y centrífuga actuando en oposición la una respecto de la otra las que mantienen a nuestro planeta en su órbita correcta. La acción propulsora acoplada con la contracción repelente mantiene a la tierra en órbita alrededor del sol en lugar de lanzarla al espacio infinito donde le esperaría una destrucción segura.
Dios guía nuestras vidas en la misma manera. No es suficiente tener solo una fuerza propulsora. Necesitamos una fuerza repelente igual para que nos soporte a través de las duras pruebas de la vida… todas las cosas que parecen estar en contra de nosotros favorecen nuestro progreso y fortalecen nuestro fundamento.
Agradezcámosle a él tanto por los pesos como por las alas que estos producen. Y al darnos cuenta de que somos propulsados divinamente, prosigamos con fe y paciencia en nuestro alto y celestial llamado.
—A. B. Simpson