Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.2 Corintios 6:16
De la pluma de Charles Spurgeon:
¡Qué nombre tan maravilloso: «mi pueblo»! ¡Qué revelación para elevar el espíritu: «su Dios»! Hay muchísimo significado, algo sumamente especial, expresado en esas dos palabras: «mi pueblo».
«Al SEÑOR tu Dios le pertenecen los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella» (Deuteronomio 10:14) y él reina entre «los hijos de los hombres» (Salmo 21:10, RVR 1960).
Sin embargo, solo sus escogidos que han sido comprados por él mismo (y nadie más que ellos) son llamados «mi pueblo». Estas palabras dan idea de propiedad y de una relación especial. «Porque la porción del SEÑOR es su pueblo; Jacob es su herencia asignada» (Deuteronomio 32:9).
Todas las naciones de la tierra son suyas y la totalidad del mundo está bajo su control, pero ellos son su pueblo, sus escogidos. Y más que eso, son su posesión dado que él ha hecho por ellos más que por cualquier otro, puesto que los ha «[adquirido] con su propia sangre» (Hechos 20:28).
Los compró para sí y concentró la totalidad de su afecto en ellos porque los amó «con amor eterno» (Jeremías 31:3), un amor que «ni las muchas aguas pueden apagarlo» (Cantares 8:7), y un amor que el paso del tiempo jamás hará menguar en lo más mínimo.
Querido amigo, ¿puedes tú, por la fe, verte entre ellos? ¿Puedes mirar al cielo y decir: «“¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28). Mío por la relación íntima que me capacita para llamarte Padre.
Mío por la santa comunión que tengo contigo, para mi deleite, cuando tú te dignas a revelarte ante mí, algo que nunca haces a los del mundo»?
¿Puedes leer su Palabra inspirada y hallar el certificado de tu salvación? ¿Eres capaz de leer tu nombre escrito en su preciosa sangre? ¿Puedes, con humildad y por fe, tomarte del manto de Jesús y decir: «Mi Cristo»?
Si puedes hacerlo, entonces Dios te llama a ti y a otros como tú: «mi pueblo»; porque si Dios es tu Dios y Cristo es tu Cristo, el Señor tiene una afinidad especial y particular hacia ti. Eres el objeto de su elección y has sido «[acepto] en el Amado» (Efesios 1:6, RVR 1960).