«Samuel se lo refirió todo, sin ocultarle nada, y Elí dijo:
—Él es el SEÑOR; que haga lo que mejor le parezca» (1 Samuel 3:18).
¡Si veo a Dios en todo, él calmará y pondrá color en todo lo que vea! Quizás las circunstancias hagan que mis penas permanezcan en mí y mi situación siga siendo la misma, pero si traigo a Cristo a mi aflicción y a mi pesimismo como mi Señor y mi Maestro, él me rodeará «con cánticos de liberación» (Salmos 32:7).
Verlo a él y estar seguro de que su sabiduría y poder nunca fallan y su amor nunca cambia, saber que aun su trato doloroso hacia mí es para mi más profundo beneficio espiritual, es ser capaz de decir en medio de la aflicción, la tristeza, el dolor y la pérdida: «El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!» (Job 1:21).
Ver a Dios en todo es la única cosa que me hará querer a la gente y ser paciente con aquellos que fastidian y me causan problemas. Porque veré a los demás como instrumentos que Dios usa para llevar a cabo su tierno y sabio propósito para conmigo, e incluso me hallaré agradeciendo interiormente por la bendición que ellos han llegado a ser para mí.
Nada, excepto ver a Dios, pondrá fin completamente a toda queja y pensamientos de rebeldía.