¿QUE HAS PEDIDO? Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. Lam. 3: 25, 26. El Señor quiere que pidamos para que podamos recibir.
Hay mensajeros celestiales que esperan una petición sincera para acercarse al alma hambrienta y sedienta. Busquen a Dios, entonces, con toda el alma. Esperen en el Señor. Los mensajeros celestiales se vaciarán a sí mismos por medio de los tubos de oro en los recipientes de oro para iluminar a los demás.
Si piden creyendo, recibirán. Nunca, nunca se priven del aceite dorado porque de esa manera conservarán sus lámparas encendidas. Crean que van a recibir las cosas que piden y las tendrán. Acudan con corazón humilde, pero invoquen la promesa. Entonces crean que van a recibir.
El nombre supremo de nuestro Salvador es nuestra seguridad y la razón de nuestra osadía. Dios se nos presenta como quien escucha las oraciones. Mantengan buenas relaciones con Dios, para que puedan tener el testimonio del Espíritu de que se cuentan entre los elegidos y fieles, en quienes él confía.
Nunca permitan que Satanás los desanime. No se pongan en las manos de M , sino en las de Dios. Oren; cultiven la humildad y la mansedumbre; encomienden el cuidado del alma a Dios. Dependan del Espíritu Santo en todo cuanto hagan, pues él es nuestra fuerza y nuestra eficiencia.
El Señor siempre nos está preparando por medio de las dificultades: Oren, oren, manténgase siempre en condición de orar. Encomienden todo a Dios en oración: preocupaciones de trabajo, desengaños, gozos y temores.
Haga esto, N , y tendrá la sensación de estar ante la presencia de Dios, y la gratitud fluirá de su corazón y de sus labios por medio de la alabanza. Su corazón se enternecerá y con él entonará melodías para Dios. . . Mantengan una norma elevada.
No se dediquen a conversaciones vanas; en cambio, expresen sus almas el amor de Jesús por medio de sus labios. Seamos siempre sobrios y reverentes en nuestra relación con la Palabra de Dios.
Hay consecuencias eternas implicadas en el uso adecuado de los talentos del lenguaje, la voz y todo don que se nos haya dado para que lo ejerzamos y lo mejoremos.
Nuestro lenguaje debe ser puro, nuestra conducta debe ser santa, para que nos podamos acercar a Dios y él se pueda acercar a nosotros.