«Cuando subieron a la barca, se calmó el viento» (Mateo 14:32).
¡La fe puede conquistar todos los obstáculos!
Algunas personas insisten en mantener a distancia a Cristo, esperando que los obstáculos desaparezcan para entonces acercarse a él. Cuando los cielos económicos sean más brillantes; cuando las dudas se hayan aclarado; cuando el dolor de la tristeza se haya mitigado, entonces irán a Jesús.
Pedro, sabiendo que el Maestro estaba cerca, con fe sublime le pidió que le permitiera ir a él a través de las aguas agitadas. El temor casi lo vence, pero aun así Jesús lo levantó con la mano.
Siempre hay tormentas con las dificultades y las dudas que nos asaltan. Las preguntas sin respuesta y los problemas con errores espantosos siempre están batallando contra los propósitos benévolos de Cristo.
No permita que las tormentas lo mantengan lejos de la presencia consoladora de Cristo. ¡Haga de las tormentas un puente y acérquese a él!
Cuando Jesús se levanta, la tormenta cesa.
La calma proviene del poder de su presencia. Cuando un hombre fuerte y callado interviene de manera imponente en medio de una multitud de pendencieros ruidosos, su misma presencia los avergüenza y acalla su alboroto; así Jesús se introduce entre las fuerzas de la naturaleza y estas se aquietan al instante.