«Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme» (Mateo 16:24).
A la luz de la eternidad, ¿quiénes serán los que estarán frente al trono vestidos de ropas blancas? ¿Son los que han salido de la holgura y del placer, de la calma apacible y las relaciones humanas intactas? En lo absoluto; más bien son los que han salido de gran tribulación.
Si Milton no hubiera sido ciego, ni él ni nosotros pudiéramos ver con tanta claridad y él nunca hubiera podido escribir: «Mi visión tú has oscurecido, para que yo pudiera verte a ti, solo a ti».
De la ceguera aprendió la lección que tanto necesitan aprender hoy los que son truncados de la vida activa, que «también sirven los que permanecen y esperan».
Si Tennyson no hubiera perdido a su amigo Hallam, nunca habríamos tenido su «In memoriam».
¡No se puede tener victoria sin batalla! ¡Carácter sin conflicto! ¡Perfecto amor sin sufrimiento!
Cuando visitamos las pesquerías de perlas, descubrimos que la vida sin dolor no deja perla; que la vida que se vive en holgura ociosa, sin heridas, sin sufrimiento y fricción continua, no forma ninguna joya.
Cuando pasamos por las moradas de los hombres, descubrimos que sin sufrimiento la perla de gran precio, el carácter humano más elevado, no se forma.
Para los que lo enfrentan correctamente, el sufrimiento está ligado al gozo. Si usted sufre sin tener éxito es para que otra persona pueda tenerlo. Si usted tiene éxito sin sufrimiento, es porque otro ha sufrido.