«Así fue como el SEÑOR les entregó a los israelitas todo el territorio que había prometido darles a sus antepasados; y el pueblo de Israel se estableció allí. El SEÑOR les dio descanso en todo el territorio, cumpliendo así la promesa hecha años atrás a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacer frente a los israelitas, pues el SEÑOR entregó en sus manos a cada uno de los que se les oponían» (Josué 21:43–44).
El descanso en el día de reposo para el pueblo de Dios (ver Hebreos 4:9) incluye la victoria. «Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 15:57, itálicas del autor).
En cierta ocasión, un creyente prominente contó que su madre era una cristiana muy ansiosa y turbada. Con alguna frecuencia solía hablar con ella durante horas para tratar de convencerla de lo pecaminoso que era preocuparse como ella lo hacía, pero todo era en vano. Ella era como aquella anciana que una vez dijo que había sufrido tanto, especialmente por aquellas pruebas que nunca llegaron.
Entonces, una mañana llegó al desayuno con una hermosa sonrisa adornando su faz… y empezó a describir un sueño que había tenido esa noche. En su sueño, se veía caminando por una carretera junto con una multitud… Todos llevaban pequeños manojos negros que criaturas de aspecto repulsivo que parecían demonios dejaban caer a lo largo del camino. La gente se detenía, recogía los manojos y seguía caminando.
Como toda la gente del sueño, ella hacía lo mismo. Después de un rato de caminar, miró hacia arriba y vio a un hombre con un rostro lleno de bondad y resplandeciente.
Entendió que se trataba del Salvador. Lo miró, le dijo lo cansada que estaba, y él le sonrió con una expresión triste y le dijo: «Hija querida, esos manojos que llevas no son para mí y no tienes por qué cargarlos. Son la carga del diablo… Tienes que deshacerte de ellos… Y al hacerlo, vas a darte cuenta de que tu camino es fácil y vas a sentir que yo te llevo como “sobre alas de águila”» (Éxodo 19:4).
… Mientras se veía en el sueño desprendiéndose de esa carga… despertó y se dio cuenta de que todas sus preocupaciones se habían ido. Desde entonces y hasta el fin de sus días, fue la más alegre y feliz miembro de su familia.