«El SEÑOR su Dios expulsará a esas naciones de estas tierras, y ustedes tomarán posesión de ellas, tal como él lo ha prometido» (Josué 23:5).
Aparte del espacio literal aún sin ocupar para Cristo, hay ante nosotros el territorio no reclamado ni explorado de las promesas de Dios.
¿Qué le dijo Dios a Josué? «Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies» (Josué 1:3). Luego, él fijó los límites de la tierra de promesa; toda de ellos con una condición: tendrían que caminarla a todo lo largo y a todo lo ancho midiéndola con sus propios pies.
Pero ellos no marcharon más de un tercio de todo el territorio y, como consecuencia, nunca poseyeron más que un tercio. Solo lo que midieron fue de ellos.
En 2 Pedro 1:4 leemos: «Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas». La tierra de las promesas de Dios está abierta para nosotros y es su voluntad que la poseamos. Debemos medir el territorio con los pies de fe obediente y una obediencia fiel, de este modo apropiárnosla como nuestra.
¿Cuántos de nosotros hemos tomado alguna vez posesión de las promesas de Dios en el nombre de Cristo? La tierra de su promesa es un territorio maravilloso para reclamar por fe marchando a lo ancho y a lo largo, pero es la fe la que tiene que hacerlo.
Entremos y reclamemos nuestra herencia total. Alcemos la vista al norte, al sur, al este y al oeste y escuchemos a Dios decir: «Yo te daré… toda la tierra que abarca tu mirada» (Génesis 13:15).
—Arthur Tappan Pierson
A un anciano de la raza negra con un hermoso testimonio de gracia le preguntaron: «Daniel, ¿cómo haces para expresar tal paz y gozo en tu fe?». «¡Oh, señor!», respondió, «Vea. Lo que pasó conmigo es que caí de plano en las grandes y preciosas promesas de Dios y ahora las tengo todas. ¡Gloria! ¡Gloria! Quien cae de plano en las promesas de Dios sabe que todas las riquezas que hay en ellas son suyas».
—Faith Papers