«Su corazón estará firme, confiado» (Salmos 112:7).
Frente a mi ventana hay una hermosa rama que ahora viste por completo el atavío de la primavera. Hace solo unas semanas esa misma rama estaba cargada de hielo; ¡hasta parecía que se iba a romper! Recuerdo un momento en particular: parecía que no podía sostenerse; yo creía que se iba a quebrar pero no se rompió. Hoy está hermosa.
Hay muchos en este triste mundo que están como la rama cuando estaba desnuda: cargados de hielo. Sus tristezas parecen como tormentas de granizo y la pregunta fundamental parece ser cómo continuar, cómo mantenerse.
Si alguien así leyera acerca de mi rama, permítame decirle: «No ceda; aférrese con todas sus fuerzas a la única verdad: “que Dios no le ha olvidado”. Él sostiene los vientos en sus puños; y las olas que ahora parecen que lo van a tragar, en el hueco de su mano».
Así que persevere con fe sencilla en la bondad y el amor de Dios y cuando en el futuro, como la rama cerca de mi ventana, llegue la primavera en su vida, recordará sus tristezas como aguas que han pasado. «Resista.
No siempre será invierno; ya viene la primavera. Llegará el momento en que las aves cantarán sobre esa misma rama que está cargada de hielo. Pero, ¡no ceda!
Mi rama no tenía voluntad propia, pero nosotros tenemos voluntad y Dios puede darle energía. Nosotros debemos usar nuestra voluntad y decir: «Aunque él me mate, en él esperaré», y él nunca mata si no es para dar vida.
Confiando de esa manera, aunque la ráfaga lo haga doblarse, usted no cederá; resistirá; verá la primavera.
«No tengo ningún problema, porque tengo al Rey de la tempestad que cambia la furia de mi invierno en la alegría de la primavera».
Bienaventurado el hombre que, cuando la tempestad haya pasado con su furia, reconoce la voz de su Padre en el suave murmullo del viento.