«Luego Nehemías añadió: “Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro SEÑOR. No estén tristes, pues el gozo del SEÑOR es nuestra fortaleza”» (Nehemías 8:10).
La ansiedad no debería ser parte de la vida del creyente. A pesar de la magnitud, cantidad y diversidad de nuestras pruebas, aflicciones y dificultades, la ansiedad no debería existir bajo ninguna circunstancia.
Esto es porque tenemos un Padre en el cielo que es todopoderoso, que ama a los suyos como ama a su «Hijo unigénito» (Juan 3:16) y cuyo completo gozo y deleite es asistirlos continuamente bajo cualquier circunstancia.
Deberíamos poner atención a su Palabra, que dice: «No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza» (Nehemías 8:10).
Tenemos que llevar todo a Dios: cosas pequeñas, muy pequeñas, incluso aquellas que el mundo considera triviales… viviendo cada día en santo compañerismo con nuestro Padre celestial y nuestro precioso Señor Jesús.
Deberíamos desarrollar el instinto espiritual que nos permita volvernos inmediatamente a Dios cuando algo no nos deje dormir por las noches.
Durante estas noches de insomnio, deberíamos hablarle y presentarle todo lo que nos aflige, no importa lo pequeñas que algunas de estas preocupaciones sean.
También deberíamos hablarle sobre cualquier crisis que estemos enfrentando o alguna dificultad que pudiera surgir en el seno familiar y en la vida profesional.
… Aun si no tenemos posesiones, hay algo por lo cual podemos estar siempre [gozosos], y es que él nos ha salvado del infierno. También podemos dar gracias porque nos ha dado su santa Palabra, su Espíritu Santo y el más precioso regalo de todos: su Hijo.
Así, cuando pensamos en todas estas cosas, tenemos abundantes razones para alegrarnos.
¡Que esto sea nuestra meta!