«Entonces Gedeón le dijo a Dios: “No te enojes conmigo. Déjame hacer sólo una petición más. Permíteme hacer una prueba más con el vellón. Esta vez haz que sólo el vellón quede seco, y que todo el suelo quede cubierto de rocío”» (Jueces 6:39).
En la experiencia cristiana hay tres niveles de fe. El primero es ser capaz de creer solo cuando vemos alguna señal o experimentamos una fuerte emoción. Como Gedeón, revisamos el vellón y estamos dispuestos a confiar en Dios si encontramos que está mojado… o seco.
Esta puede ser una fe genuina, pero es imperfecta. Siempre está tratando de sentir o tener otra señal en lugar de la Palabra de Dios. Cuando confiamos en Dios sin que tengan que ver nuestros sentimientos estamos dando un paso importante hacia la madurez. La bendición es mayor cuando creemos sin que intervenga acción emotiva alguna.
Mientras el primer nivel de fe cree cuando las emociones son favorables, el segundo cree cuando todas las emociones están ausentes.
Y el tercer nivel trasciende los otros dos, porque es fe que cree en Dios y en su Palabra cuando las circunstancias, las emociones, las apariencias, la gente y las razones humanas parecen apuntar en la dirección opuesta.
Pablo ejerció este nivel de fe cuando dijo: «Como pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas, y la tempestad seguía arreciando, perdimos al fin toda esperanza de salvarnos» (Hechos 27:20), pero luego, de todas maneras, dijo: «Así que ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo» (Hechos 27:25, itálicas del autor).
Quiera Dios concedernos la fe que cree completamente su Palabra aun cuando cualquier otra señal diga lo contrario.
—C. H. P.