El mas Brillante y el Mejor
Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré. Isa. 46: 4.
Me preocupa que en nuestra vejez nosotros, los que conocimos la verdad hace tanto tiempo, perdamos el vigor tanto en nuestro espíritu como en nuestros métodos de trabajo; que entendamos verdaderamente las verdades sencillas pero importantes y abarcantes del mensaje del tercer ángel; y que las recibamos en el amor de Dios, para impartirlas a los demás. . .
Revístanse cada día de Cristo. Mantengan firme, hasta el fin, la confianza que tuvieron al comienzo. El Señor no los ha abandonado. Quiere que crezcan en la gracia, que aumenten su capacidad de ayudar a la gente.
Pero si han logrado interesarla, deben hablar en forma concreta, y deben terminar antes de impartir la mitad de lo que podrían decir. No puedo soportar el pensamiento de que disminuya la influencia y la eficiencia de nuestros creyentes de edad.
El Señor desea que ustedes cooperen haciendo todo lo que esté de su parte. Si se unen voluntariamente a él en su obra, sus últimos días serían los más brillantes y mejores.
Abran hacia el cielo la ventana del alma y cierren la que da hacia la tierra. Permitan que los rayos del Sol de Justicia resplandezcan en las cámaras de su mente. Cultivar la mansedumbre y la bondad de Cristo, para llevar su yugo y sus cargas, es la lección que deben aprender, y que es de interés para ustedes y para todos los que se relacionan con ustedes.
Cultiven las virtudes celestiales. Purifiquen el alma de toda contaminación. Prepárense para dedicarse a realizar todas las diversas formas de ministerio que él llevó a cabo. Con fervor y sinceridad deben hablar a los hombres acerca de las inescrutables riquezas y de los inmortales tesoros del cielo.
Tienen que estar llenos del Espíritu Santo. Deben repetir el ofrecimiento celestial de paz y perdón. Han de señalar hacia los portales de la ciudad de Dios, y decir: "Bienaventurados los que lavan sus ropas [guardan sus mandamientos], para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad" (Apoc. 22: 14).
Dios espera que cada uno trabaje para él de acuerdo con sus diversas capacidades. Las actividades del hombre no han de ser reprimidas, sino santificadas y correctamente dirigidas