«No quedarán avergonzados los que en mí confían» (Isaías 49:23).
No se avergonzarán los que confían en mí. Tal es el testimonio verdadero del Dios viviente, un testimonio cumplido en la experiencia de los que han sido capacitados, mediante la gracia, para ejercitar una fe viva.
Debemos recordar cuánto encierran estas tres palabras: «confían en mí». La confianza debe ser real. No dará resultados decir que confiamos en Dios, cuando en realidad, nuestros ojos están mirando de soslayo algún apoyo humano.
Debemos estar «encerrados» por completo con Dios, tenemos que llegar al final del yo y al fondo de las circunstancias, para experimentar a plenitud cuáles son los recursos de Dios. «Sólo en Dios halla descanso mi alma».
Fue así con Josafat, en esa escena que se registra en 2 Crónicas 20:12 Él estaba humillado por completo ante Dios; era Dios o nada. «En nosotros no hay fuerza». Pero ¿entonces qué? «A ti volvemos nuestros ojos».
Eso era suficiente. Josafat estaba en la mejor actitud y condición para experimentar lo que Dios era. Haber poseído la fuerza o la sabiduría humana solo hubiera sido un obstáculo para que él se apoyara exclusivamente del brazo y del consejo del Dios todopoderoso.
—Things New and Old [Cosas nuevas y viejas]
Cuando se sienta al límite de sus fuerzas, ¡recuerde que Dios está en el otro extremo!