«Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije» (Isaías 51:2).
Un célebre aristócrata y estadista escocés una vez le dijo a un corresponsal que estaba «arando en su surco solitario». Siempre que Dios ha necesitado a alguien que haga algo grande para él, lo ha enviado al «surco solitario». Lo ha llamado a ir solo.
Tal vez tenga usted que llegar a ser la persona más solitaria de la tierra, pero si eso sucede, siempre podrá ver las carrozas de Dios a su alrededor —aun veinte mil y miles de miles—, y entonces se olvidará de su soledad.
Si usted ha tomado el arado, no lo suelte hasta que haya terminado de arar el campo.
«No nos cansemos» (Gálatas 6:9).
Dice Theodore L. Cuyler: “Después de estar perplejo e indeciso, no sabiendo si debía o no aceptar un llamado atractivo, abrí el Libro y leí:
¡Con qué ligereza cambias de parecer! (Jeremías 2:36).
«Su campo de actividad presente puede ser limitado, pero usted no está limitado por ello. Los grandes hombres han surgido del surco solitario. Los grandes hombres han arado, han escarificado y, al dejar esas cosas, han grabado sus nombres en la historia.
Hay alturas inimaginables, éxtasis inconcebibles para el que sigue adelante. Por lo tanto, estando en el valle, siga adelante, buscando las colinas. Un día mirará hacia atrás con sorpresa y entonces, volviéndose, seguirá adelante con nuevo valor».
Usted fue creado para remontarse, no para arrastrarse.
Un alma solitaria ardiendo con el amor de Dios puede hacer que
todo el universo arda (Hechos 2:41; Apocalipsis 5:11).