«Que siempre mantiene la verdad» (Salmos 146:6).
Dios nunca olvida su Palabra. Hace tiempo prometió un Redentor; y aunque esperó cuatro mil años, la promesa al fin se cumplió. Él le prometió a Abraham un hijo; y aunque sobrevino un cuarto de siglo de prueba, la promesa por fin se hizo realidad de manera literal.
Le prometió a Abraham la tierra de la promesa como herencia; y aunque sobrevinieron cuatrocientos años de prueba, por fin poseyeron la tierra. Le prometió a Jeremías que después de setenta años los cautivos regresarían de Babilonia; y en esa misma hora, la acción respondió a la palabra.
Le prometió a Daniel que en un momento específico el Mesías iba a aparecer; y hoy la evidencia más extraordinaria que tenemos para ofrecer a los hebreos que dudan que Jesús sea el Mesías, es el cumplimiento literal de la profecía de Daniel.
De igual modo son verdaderas las promesas de Dios para el creyente. Todas ellas son «Sí y Amén» en Cristo Jesús. Él las ha garantizado. Las promesas de Dios forman una gran libreta de cheques. Cada uno está endosado por el Mediador, y su palabra y honor están comprometidos en su cumplimiento.
Para hacerlas «Sí y Amén» usted debe firmar su nombre al dorso de la promesa y entonces apropiársela en persona. «Todo el que confíe en él no será jamás defraudado» (Romanos 10:11).