«Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo.
Ellos eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat. Desde cierta distancia alcanzaron a verlo, y casi no lo pudieron reconocer. Se echaron a llorar a voz en cuello, rasgándose las vestiduras y arrojándose polvo y ceniza sobre la cabeza, y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento» (Job 2:11–13).
¿Hay personas en su círculo de amigos a quienes acuda en forma natural en tiempos de prueba o aflicción, personas que siempre tienen la palabra correcta y que le dan el consejo que usted ha estado esperando?
Si las hay, posiblemente no se haya dado cuenta del alto costo que han tenido que pagar para ser tan hábiles para vendar sus heridas abiertas y secar sus lágrimas. Si tuviera que investigar su pasado, descubriría que han sufrido más que la mayoría de la gente.
Ellos han visto el cordón de plata del cual pende la lámpara de la vida desenmarañarse lentamente. Han visto el cuenco de oro de gozo romperse a sus pies y su contenido derramado.
Han experimentado furiosas mareas, han visto marchitarse los cultivos y oscuridad en pleno medio día, pero todo esto ha sido necesario para hacer de ellos enfermeras, médicos y ministros para otros.
Las cajas conteniendo especias de Oriente pueden ser difíciles de embarcar y lentas en llegar, pero una vez que arriban, su deliciosa fragancia llena el aire.
De igual manera, el sufrimiento es fatigoso y difícil de soportar, pero oculta bajo la superficie está la disciplina, el conocimiento y las posibilidades ilimitadas.
Cada una de ellas no solamente nos fortalece y hacen madurar, sino que también nos capacitan para ayudar a otros (2 Corintios 1:6–7). Así que no se preocupe ni apriete los dientes, simplemente espere con determinación porque el sufrimiento va a pasar.
Y en lugar de eso, dispóngase a obtener lo más que pueda de esta experiencia tanto para su propio beneficio como para el bien de quienes le rodean de acuerdo con la voluntad de Dios.