«Así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado bien» (Jeremías 18:4).
Dios quiere hacer lo mejor posible de cada uno de sus hijos. Él nos pone en su torno y nos sujeta a la disciplina que considera más adecuada para asegurar la bendición y la utilidad más grandes.
Pero, ¡ay! A menudo encuentra en sus manos una vasija desfigurada cuando lo que él deseaba era perfecta belleza y fortaleza. Eso no es un fracaso de su parte; sino que alguna burbuja de vanidad o arenilla de obstinación lo han obstaculizado.
Cuando ese es el caso, él no nos desecha por completo, sino que nos pone de nuevo en el torno y «nos vuelve a formar». Si no puede hacer lo que antes deseaba, aun así hace lo mejor de nosotros; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Ríndase a Dios de nuevo. Confiese que ha desfigurado su obra. Pídale con humildad que lo vuelva a formar, como formó de nuevo a Jacob, a Pedro, a Juan y a Marcos.
No tiene límite el progreso y el desarrollo del alma que es capaz de responder a Dios con un «sí» resuelto. Obedezca con prontitud todo lo que le indique que es su santa voluntad. Permita que la vida, como el barro en las manos del alfarero, sea plástica al toque del Hacedor.
—Daily Devotional Commentary [Comentario devocional diario]
No hay ninguna clase de fracaso del que él no se haya encargado para rehacerlo.