Promesa de Paz
Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos. Isa. 26: 3, 4. Le deseo un feliz año nuevo. Dejemos de lado para siempre toda desconfianza con respecto a Jesús.
Comencemos una vida de confianza sencilla, semejante a la de un niño, que no se base en los sentimientos sino en la fe. No deshonre al Señor dudando de sus preciosas promesas.
Quiere que creamos en él con fe resuelta. Hay quienes dicen: "¡Creo, creo!" y desean recibir todas las promesas que se otorgan sobre la base de la obediencia. Mientras reclaman el cumplimiento de todas las promesas de Dios, no hacen las obras de Cristo.
No se honra a Dios con esa fe, pues es falsa. Hay quienes tratan de guardar todos los mandamientos de Dios, pero muchos de ellos no están a la altura de sus privilegios, y no le piden nada al Señor. Las promesas de Dios son para los que guardan sus mandamientos y hacen las cosas que le agradan. . .
Tengo que librar cada día la buena batalla de la fe. Tengo que ejercer al máximo el poder de la fe y no confiar en los sentimientos, y obrar como si el Señor ya me hubiera escuchado, contestado y bendecido. La fe no es un revuelo de los sentimientos.
Es simplemente aceptar las palabras de Dios y creer, porque él dijo que lo hará. . . Espero que no se desanime por ningún motivo. . . Dios quiere que sea libre, que crea, que tenga confianza y que deje de dudar. Quiera Dios ayudarla. . . Un nuevo año se abre ante nosotros. Sea éste un año feliz. . .
Refúgiese en los brazos de Jesús y no se esfuerce por desprenderse de ellos. Crea en Dios, alábelo y siga adelante. Ya así hemos llegado a casa. El Señor viene. Levante la vista y regocíjese, porque su redención está cerca.
Veo en Jesús a un Redentor compasivo y amante, que puede salvar hasta lo sumo a los que acuden a él. Deposite todo el peso de su ser en las promesas de Dios. Crea; tiene el privilegio de creer (Carta 31, del 1º de enero de 1887, dirigida a Martha Bourdeau, esposa de uno de los primeros pastores enviados a Europa).