«Los israelitas partieron de la montaña del SEÑOR y anduvieron por espacio de tres días, durante los cuales el arca del pacto del SEÑOR marchaba al frente de ellos para buscarles un lugar donde acampar. Cuando partían, la nube del SEÑOR permanecía sobre ellos todo el día.
Cada vez que el arca se ponía en marcha, Moisés decía:
“¡Levántate, SEÑOR!
Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.” »Pero cada vez que el arca se detenía, Moisés decía: “¡Regresa, SEÑOR,
a la incontable muchedumbre de Israel!”» (Números 10:33–36).
Dios a veces nos habla a través de un simple toque o una sensación, pero nosotros no deberíamos actuar sobre la base de un sentimiento. Porque si el contacto es de él, nos proveerá de las suficientes pruebas como para confirmar, más allá de toda duda, que ha sido él quien nos ha hablado o tocado.
Reflexione en la impresionante historia del profeta Jeremías quien sintió que Dios lo estaba guiando para que comprara el campo de Anatot. No actuó inmediatamente, sino que esperó que Dios confirmara que era él quien lo estaba guiando para ponerse en acción.
Y una vez que vino su primo trayéndole la evidencia externa de la dirección de Dios en el sentido de que comprara la propiedad, él respondió y dijo: «Entonces comprendí que esto era palabra del SEÑOR» (Jeremías 32:8).
Jeremías esperó hasta que Dios confirmó su pensamientos mediante un acto providencial y luego actuó con una clara visión de los hechos, lo que Dios usó incluso para traer convicción a otros.
Dios quiere que actuemos solo una vez que estemos seguros de que él nos está dirigiendo en tal o cual sentido. No debemos ignorar la voz personal del pastor, sino que como Pablo y sus acompañantes (Hechos 16:6) cuando iban a Troas, escuchemos y luego examinemos su obra providencial en nuestras circunstancias para así conocer el deseo pleno del Señor.
—A. B. Simpson