«Bendito sea el SEÑOR, que conforme a sus promesas ha dado descanso a su pueblo Israel! No ha dejado de cumplir ni una sola de las gratas promesas que hizo por medio de su siervo Moisés» (1 Reyes 8:56).
Algún día entenderemos que Dios tuvo una razón detrás de cada no que nos dio a lo largo de nuestra existencia. Sin embargo, incluso en esta vida, siempre lo que hace depende de nosotros.
Cuando el pueblo de Dios estaba preocupado porque sus oraciones no habían sido contestadas, con cuánta frecuencia lo vemos a él trabajando para contestarle de una manera mucho mejor de lo que ellos esperaban. De vez en cuando captamos algo de esto, pero la revelación completa no la veremos sino hasta después.
¡Si solo tuviéramos la fe para no precipitarnos sino «guardar silencio ante el SEÑOR, y esperar en él con paciencia» (Salmos 37:7), esperando su completa explicación que no será revelada sino hasta que Jesús venga otra vez! ¿Cuándo Dios ha tomado alguna vez cualquier cosa de una persona sin restaurarla varias veces? Sin embargo, ¿qué vamos a pensar si él no restaura de inmediato lo que se ha tomado?
¿Es el presente el único día en que él trabaja? ¿Realmente le preocupa a él algo más que este pequeño mundo en que vivimos? ¿Puede él seguir trabajando aun después de nuestra muerte, o está la puerta de la tumba abierta hacia nada que no sea una oscuridad infinita y un silencio eterno?
Aun si limitamos nuestro pensamiento a esta vida, es verdad que Dios nunca toca el corazón con una prueba sin intentar concedernos un don mucho mayor o una bendición compasiva. La persona que sabe cómo esperar ha alcanzado un grado excepcional en la gracia de Dios.
—Seleccionado