«Quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza»
Hebreos 12:2
El gozo del Espíritu no es un gozo barato. Tiene cicatrices, ¡cicatrices radiantes! Es gozo que se ha ganado en medio del dolor. Los que lo conocen han encontrado uno de los secretos más profundos y transformadores de la vida: la transformación del dolor en un himno.
La tristeza llega a ser algo de lo cual no tenemos que escapar; la podemos hacer cantar. Podemos ponerle música a nuestras lágrimas y ninguna música es tan exquisita, tan inspiradora.
Los creyentes aprendieron de inmediato y de una vez la verdad que el filósofo Royce expresa en estas palabras: «Tales males solo los eliminamos cuando los asimilamos, cuando los aceptamos en el plan para nuestra vida, dándoles significado y colocándolos en el lugar que les corresponde en el todo».
Cuando las fibras del corazón de los creyentes fueron estiradas sobre alguna cruz de dolor y los vientos de la persecución soplaron sobre ellos, entonces de esa arpa eolia humana, los hombres oyeron la música misma de Dios.
Ellos no soportaron el dolor; lo evadieron. —Seleccionado Donde no cae lluvia, tenemos desiertos. Donde el suelo no es rasgado por el arado y el escarificador, no tenemos cosechas. El gozo es una planta excepcional; necesita mucha lluvia para crecer y florecer. Persevere con fe y valor durante la helada y verá una gloriosa primavera.