El Cristiano Consecuente
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. . . Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 1 Juan 1: 5, 7.
Es privilegio del cristiano relacionarse con la Fuente de la luz, y por medio de esa relación viviente llegar a ser la luz del mundo.
Los verdaderos seguidores de Cristo andarán en la luz como él está en luz, y por lo tanto no avanzarán por caminos inciertos, ni tropezarán en medio de la oscuridad.
El gran Maestro está tratando de que sus oyentes comprendan la bendición que pueden llegar a ser para el mundo, al compararlos con el sol naciente que dispersa la niebla y disipa la oscuridad.
La aurora cede su lugar al día. El sol que dora, matiza y glorifica el cielo con sus haces de luz, es un símbolo de la vida cristiana.
Así como el sol es luz, vida y bendición para todo ser viviente, los cristianos deberían ser la luz del mundo mediante sus buenas obras, su alegría y su valor.
Así como la luz del sol aleja las sombras de la noche para derramar su gloria por valles y colinas, el cristiano debe reflejar el Sol de justicia que resplandece en él.
Ante la vida consecuente de los verdaderos seguidores de Cristo, la ignorancia, la superstición y la oscuridad desaparecerán, así como el sol disipa las sombras de la noche.
De la misma manera los discípulos de Jesús irán a los lugares tenebrosos de la tierra, para diseminar la luz de la verdad hasta que la senda de los que se hallan en tinieblas sea iluminada por la luz de la verdad.
¡Qué contraste establece con esto la vida del profeso hijo de Dios que es como la sal sin sabor! No tiene una relación viviente con Dios y se asemeja a la sal desvanecida, que Cristo dice que no sirve para nada, sino para ser arrojada y pisoteada por los hombres, porque ya no tiene la facultad de conservar.
Así es la vida del profeso seguidor de Cristo si no tiene una relación viviente con el Señor. Estos profesos creyentes, carentes de sol, son sombras y oscuridad. . . Cada manifestación de duda fortalece la incredulidad.
Cada pensamiento y palabra de esperanza, valor, luz y amor, fortalece la fe y fortifica el alma para resistir en medio de la oscuridad moral que existe en el mundo.
Los que hablan acerca de la fe tendrán fe, y los que hablan acerca del desánimo tendrán desánimo. Nos transformamos de acuerdo con lo que contemplamos.