«Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios» (Lucas 9:62).
¡Guárdame de volver atrás!
¡El mundo les debe muchísimo a las personas que no se dan por vencidas!
Imagínese si Colón no hubiera navegado. Imagínese si Anne Sullivan, desanimada, hubiera perdido toda esperanza con Helen Keller. Imagínese si Louis Pasteur, al buscar una cura para la rabia, no le hubiera dicho a sus cansados ayudantes: «Sigan. Lo importante es no abandonar el asunto».
Muchas carreras se pierden en el último trecho. Muchos barcos naufragan en los arrecifes cerca del puerto final. Muchas batallas se pierden en el último ataque.
¿Qué esperanza tenemos de terminar la trayectoria que hemos emprendido? ¿Qué esperanza? ¡Ah! Él es poderoso para guardar. «Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios».
Dios no puede ayudarnos hasta que dejemos de huir. Debemos estar dispuestos a detenernos en algún lugar y confiar en él. Él tiene refuerzos que mandar, pero tiene que haber alguien para recibirlos cuando lleguen y el temor se dará a la fuga. «No temas» es el primer paso.