«Así que se fueron solos en la barca a un lugar solitario» (Marcos 6:32).
Si usted tiene un lugar desierto en su corazón al cual debe ir a veces, debe ir en el barco solo. Nadie debe hacer una feria de su desierto. Guarde su dolor para su barco privado. Nunca ande acompañado cuando tenga la mente abstraída; eso es manifestar su desierto.
A veces se ha abstenido de la mesa de la comunión con Dios porque sus pensamientos estaban lejos. Hizo bien, la mesa de la comunión del hombre tiene la misma necesidad. Si lo convidan a una fiesta cuando tiene problemas en la mente, trate primero de ver si, en privado, puede mandar lejos su carga.
Si lo puede hacer, entonces deje atrás el desierto; «unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas». Pero si no lo puede hacer, si no hay barco que pueda llevarse su carga en secreto, entonces no vaya todavía a la fiesta.
No viaje mientras la nube esté descansando sobre el tabernáculo. Espere bajo la nube. Vigile una hora en el jardín. Sepulte su tristeza en el silencio. Permita que su corazón se reconcilie con el Padre y entonces venga al mundo y ofrezca su don.
Esconda su espina en la rosa. Sepulte su suspiro en la canción. Mantenga su cruz si así lo desea, pero manténgala escondida bajo una guirnalda de flores. Que su corazón siga cantando.
Oh, Señor, tú que escondiste tu espina bajo una rosa, conduce el barco en el que escondo mi carga. Tú fuiste a la fiesta de Caná después del ayuno en el desierto; ¿dónde escondiste la huella de los clavos?
En el amor, ¡condúceme a ese cementerio! Que el barco que se dirige a mi desierto se detenga por una hora en el desierto de mi hermano. Permíteme sentir la comunión de la aflicción y la tristeza, el parentesco del dolor.
Permíteme escuchar las voces de otros desiertos, los suspiros de otras almas, los gemidos de otras tumbas. Y cuando llegue a mi propio lugar de desembarque y extienda la mano para levantar mi carga, encontraré una sorpresa maravillosa. Estará allí pero se habrá reducido a la mitad, el peso habrá desaparecido, la imposibilidad se habrá desvanecido.
La levantaré con facilidad; la llevaré con ligereza; la sepultaré con rapidez. Estaré listo para Caná en una hora, listo para el Calvario en unos minutos. Regresaré para entrar en la lucha de la multitud y la multitud dirá: «No hay desierto en él».