«Quedándose solo. Entonces un hombre luchó con él hasta el amanecer»
Génesis 32:24
En Génesis 32:24 Dios está luchando con Jacob más que Jacob con Dios. El «hombre» mencionado aquí es el Hijo del Hombre… Es Dios en forma humana que está tratando de despojar a Jacob de su vida vieja. Al despuntar el alba, Dios había prevalecido pues a Jacob «la cadera… se le dislocó» (Génesis 32:25).
Al sentirse libre de su vida vieja, Jacob cayó en los brazos de Dios, aferrándose a él pero también luchando hasta que obtuvo la bendición.
Esa bendición era, precisamente, una nueva vida, alzándose desde lo terrenal a lo celestial, de lo humano a lo divino y de lo natural a lo sobrenatural. Desde esa madrugada en adelante, Jacob fue un hombre débil y quebrantado desde la perspectiva humana, pero Dios estaba ahí…
Amados, esta podría ser una escena típica en la vida de todo aquel que ha sido transformado. Si Dios nos ha llamado a lo más alto y mejor, tendremos un tiempo de crisis, un tiempo cuando todos nuestros recursos no servirán de nada y cuando nos enfrentemos a la ruina o a algo mejor que jamás soñamos. Pero antes que podamos recibir la bendición, debemos descansar en la ayuda infinita de Dios.
Tenemos que estar dispuestos a dejar ir, a rendirnos completamente a él y olvidarnos de nuestra propia sabiduría, capacidad y justicia. Tenemos que estar «crucificados con Cristo» (Gálatas 2:20) y seguir viviendo en él. Dios sabe cómo llevarnos al punto de crisis y sabe cómo conducirnos para que salgamos victoriosos.
¿Está Dios guiándole? ¿Es este el sentido de esa prueba incomprensible, de las difíciles circunstancias que vive, de esa situación imposible o ese lugar que pareciera que nunca va a poder dejar atrás? ¿Tiene usted suficiente de él como para obtener la victoria?
¡Entonces vuélvase al Dios de Jacob! Póstrese a sus pies declarándose absolutamente incapaz, muera en sus brazos amorosos a sus propias fuerzas y sabiduría y levántese, como Jacob, en su fuerza y suficiencia.
—Seleccionado