«Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
¡Qué verdad tan asombrosa! «Yo he venido». Solo otra manera de decir: «Antes de que Abraham naciera, YO SOY». Luego todos los demás comenzaron a ser; nuestro Señor existía antes del tiempo, saliendo definitivamente de la eternidad para un propósito definido: «Para que tengan vida». Esta calidad de vida que el Biólogo de la eternidad da, aumenta en cantidad para siempre, «¡en abundancia!».
La vida abundante que Cristo ofrece la poseen solo los que él llama «mis ovejas». No implica ser bendecido materialmente. Es una plenitud espiritual que depende por completo del ser transformado a la imagen del Señor y de caminar en obediencia a Dios como él caminaba.
La primera condición es aceptar la cruz por la cual el mundo le es crucificado al creyente y el creyente al mundo. Pero, cuando esta separación se reconoce, se acepta, y la vida se rinde por completo y se mantiene sumisa a la voluntad del Padre, la venida y la morada del Maestro satisface todos los deseos y todas las necesidades.
Solo entonces se entenderá el significado de la promesa de nuestro texto: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia».
¿Hemos venido nosotros a la fuente de vida? ¿Estamos nosotros bebiendo de su plenitud? ¿Estamos nosotros viviendo en su amor? ¡Esta es la vida de nuestro espíritu; la salud de nuestro cuerpo; el secreto de nuestro gozo!
¡Que podamos buscar esta vida rebosante y llegar a ser «solo canales a través de los cuales fluye todo su poder maravilloso para que él pueda usarnos cada día y cada hora»!
—Rvdo. Evan H. Hopkins
Venga a la fuente eterna y beba gratuitamente. ¡Nunca se seca!