«Llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús» (Marcos 14:3).
La prodigalidad es naturaleza de Dios. ¿Cuántas salidas y puestas de sol hace Dios?
Mi Señor, eres gloriosamente derrochador.
Las puestas de sol se desvanecen en la noche una tras otra.
¿Cuántas flores y aves hay? ¿Cuántas bellezas inefables en todo el mundo, florecimientos espléndidos en el desierto que solo sus ojos pueden ver?
El acto de María fue de una prodigalidad espontánea. María de Betania reveló en su acto de devoción generosa que inconscientemente sus simpatías estaban con Jesucristo. «Esta ha hecho lo que podía».
Llegó a hacer lo máximo que un ser humano puede hacer. Era imposible hacer más. Lo único que Cristo elogió en su vida fue ese acto de María, del que dijo: «Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella»; porque en su acto al ungirlo, nuestro Señor vio una ilustración exacta de lo que él mismo estaba a punto de hacer.
Él comparó el acto de María con su propia cruz. Dios hizo pedazos la vida de su propio Hijo para salvar al mundo. ¿Estamos nosotros preparados para derramar nuestra vida por él? Nuestro Señor se goza sobremanera cuando ve a cualquiera de nosotros haciendo lo que hizo María de Betania.
¿Ha suscitado alguien más en el corazón del Señor lo que suscitó María de Betania? «Esta ha hecho lo que podía», hasta el máximo límite. Yo no habré hecho lo que he podido mientras no haya hecho lo mismo.
—Oswald Chambers
¿Se desperdicia alguna vez el precioso ungüento que se derrama a los pies del Maestro? La eternidad nos indicará la respuesta a esta pregunta.
—Gold Cord [Cordón de oro]