«Nardo puro, que era un perfume muy caro» (Juan 12:3).
Lo que hace el amor será siempre fuera de lo común. Lo que se hizo para el Salvador sin hogar no fue de ninguna manera lo común. Ese rompimiento del alabastro y ese ungimiento pródigo eran muy fuera de lo común.
¿Latía con dolor el corazón de María mientras entró callada con su tesoro escondido? ¿Escondió ella intuitivamente su propósito de todos los ojos excepto los de él, que leía su significado incontenible? Quizás ella pensó solo en él, que era su TODO.
Parece que ella obtuvo el nardo puro para el único propósito de poder ungir el cuerpo del Señor para su sepultura. Es posible que fuera solo un impulso lo que la hizo decidir ungirlo de antemano. Regocijémonos de que ella alegró el corazón del Maestro antes que fuera demasiado tarde.
Una violeta diminuta de ánimo significará más para aquellos con quienes vivimos hoy que hectáreas de orquídeas cuando su pulso haya sido silenciado por la muerte.
Hubo cuatro mujeres que salieron más tarde con sus especias, solo para encontrar la tumba vacía.
La oportunidad de ungirlo había pasado. ¡Está pasando hoy! No es en el reino de la gloria que podremos ser partícipes de sus sufrimientos y ayudar a llevar la cruz. No es sino aquí que ese servicio puede ser nuestro. Oh, alma mía, sé extravagante con tu amor hacia Jesús. No hay fragancia como la de la caja de alabastro, ¡la caja que rompo para él!