"El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que propaga calumnia es necio". Proverbios 10:18
Existen dos maneras erradas de lidiar con el odio. La primera es la explosión de ira, cuando el individuo, como un volcán en erupción, suelta la boca para difamar al prójimo. Esa explosión empieza con la agresión verbal y termina en la violencia física.
Personas sin templanza emocional trastornan la vida de todos a su alrededor. La segunda manera errada de lidiar con la ira es retenerla y acumularla.
La persona no explota, no provoca un escándalo público y hasta mantiene las apariencias, pero amarga el corazón y destila falsedad con los labios. Muchas personas viven una mentira. Los labios producen palabras suaves, pero el corazón es duro como una piedra.
Los labios tejen elogios, pero en el corazón se trama la muerte. Hay un descompaso entre lo que se siente y lo que se habla, un abismo entre la boca y el corazón.
Tanto la explosión de la ira como retenerla son actitudes incompatibles con la vida cristiana.
No podemos apuntar esa arma de grueso calibre contra los otros o contra nosotros mismos. La solución no es herir a los demás ni a nosotros mismos, sino perdonarnos mutuamente, como Dios en Cristo nos perdonó.
En vez de esconder el veneno de la maldad debajo de la lengua, debemos bendecirnos y preferir en honra los unos a los otros. Solamente de esta manera disfrutaremos de una vida verdaderamente
feliz.