«Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido»
1 Juan 5:14, 15
La oración puede obtener cualquier cosa: puede abrir las ventanas del cielo y cerrar las puertas del infierno; puede inspirarle un santo impulso a Dios y detener un ángel hasta que deje una bendición; puede abrir los tesoros de la lluvia y suavizar las costillas de hierro de las rocas hasta que se derritan en lágrimas y se conviertan en un río que fluye; la oración puede soltar los cinturones del norte diciendo a una montaña de hielo:
«Quítate y échate en el mar»; puede detener el sol en medio de su trayectoria y enviar los vientos con sus alas veloces a poner por obra nuestras peticiones; y a todas estas cosas extrañas y mandatos secretos, añada las transacciones no reveladas que están por encima de las estrellas.
Cuando le preguntaron a Hudson Taylor si alguna vez oraba sin ninguna conciencia de gozo, contestó: «A veces oro sintiendo que mi corazón es de madera; además, a menudo las respuestas más maravillosas han venido cuando la oración ha sido un esfuerzo real de fe, sin ningún gozo en lo absoluto».
Nunca que he orado con sinceridad y anhelo por algo, ha dejado de llegar la respuesta; en algún momento, no importa lo lejano del día; de alguna manera, bajo alguna forma, probablemente bajo la que yo menos hubiera pensado, llegó.
—Adoniram Judson
«Si mantienes el incienso ardiendo allí, Su gloria tú verás, ¡en algún momento, en algún lugar!».