«Dos de los visitantes partieron de allí y se encaminaron a Sodoma, pero Abraham se quedó de pie frente al SEÑOR»
Génesis 18:22
En Génesis 18, habitando Abraham en el encinar de Mamre, intercedió ante Dios por las vidas de otros. Un amigo de Dios puede hacer exactamente eso. Pero quizás usted vea el nivel de fe de Abraham y su amistad con Dios más allá de las posibilidades suyas.
No se desanime, sin embargo, porque Abraham no experimentó el crecimiento de su fe de un golpe, sino paso a paso. Y nosotros podemos hacer lo mismo. La persona cuya fe ha sido drásticamente probada y que ha resultado vencedor en esa batalla tendrá que enfrentar pruebas aun mayores… No dude de que Abraham jamás habría sido llamado el padre de la fe si no hubiera sido probado al máximo.
Lea Génesis 22. En el versículo 2 Dios le dice a Abraham: «Toma a tu hijo, [Isaac], el único que tienes y al que tanto amas, y […] y ofrécelo como holocausto». Luego lo vemos subiendo al monte Moria con su corazón apesadumbrado pero absolutamente humilde en su obediencia…
¡Qué lección más tremenda tendría que ser esta cuando nos sentimos tentados a dudar de lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas! Reprenda todas las explicaciones que tratan de poner en duda esta asombrosa escena, pues esta fue una lección para todas las edades. Los ángeles también la presenciaron llenos de asombro.
¿No permanecerá la fe de Abraham para siempre como un estímulo y una ayuda a todo el pueblo de Dios? ¿No será su prueba un testimonio al hecho de que una fe inquebrantable siempre probará la fidelidad de Dios? La respuesta a estas preguntas es un rotundo ¡sí! Y una vez que la fe de Abraham pasó victoriosa su más grande prueba, el ángel del Señor le habló diciéndole: «Ahora sé que temes a Dios» (Génesis 22:12).
El Señor, en efecto, le dijo: «Porque has confiado en mí en esta dura prueba, yo confiaré en ti y serás para siempre “mi amigo”» (Isaías 41:8).
Es una verdad, y siempre lo será, que «los que viven por la fe son bendecidos junto con Abraham, el hombre de fe» (Gálatas 3:9, itálicas del autor).
—Seleccionado
Ser amigo de Dios no es poca cosa.