Aguas de Esperanza
El conocimiento de la Verdad de Dios nos da esperanza. En la vida espiritual en el Reino de Dios podremos beber diariamente de las aguas de la Esperanza en la Palabra de Dios.
Aguas de Esperanza | Reflexiones cortas de Ivan Tapia
“Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes” Deuteronomio 8:7
Otra característica de nuestra Tierra Prometida son sus aguas. En el Reino de Dios hay aguas espirituales.
El agua es elemento vital, imprescindible para la mayoría de las formas de vida, incluida la humana. Puede encontrarse como hielo, líquida o en vapor.
En las tierras bíblicas difícilmente encontraremos hielo en forma natural, sí vapor de agua como neblina y agua de arroyos, fuentes y manantiales. Es uno de los primeros elementos nombrados en la Biblia.
De acuerdo con la ciencia, también señala que la vida se inició en las aguas primordiales:
“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos.” (Génesis 1:20)
Sin agua no hay vida, como ningún cristiano podrá tener vida sin beber del agua de la Palabra:
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” (San Juan 7:37) y
“… Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; / mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (San Juan 4:13,14)
El conocimiento de la Verdad de Dios nos da esperanza. En la vida espiritual en el Reino de Dios podremos beber diariamente de las aguas de la Esperanza en la Palabra de Dios, las que nos traen Espíritu y vida sobrenatural:
"El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida." (San Juan 6:63)
Vimos anteriormente que la fe es una característica de la vida en el Reino de Dios y que necesitamos beber cada día del arroyo de la fe; pero a esa fe debemos unir la esperanza segura de nuestra eterna salvación.