Creciendo en la Gracia de Dar
La ansiedad humana tiende siempre a sentir gozo cuando recibe. Jesús nos enseña que hay otra forma de considerar el gozo. Es a través de la gracia de dar.
Esta gracia es una de las bendiciones más grandes del Nuevo Testamento. Dios dio, Jesús dio, los discípulos dieron, los primeros cristianos dieron, los mártires de la fe dieron, los misioneros dieron, quienes nos precedieron dieron, por lo tanto nuestro imperativo es dar.
Dando nos renovamos, dando sentimos gozo, dando experimentamos el amor al prójimo, dando aprendemos a vivir como cristianos.
“Un corazón egoísta ama por lo que puede recibir”. Este es el deseo del avaro.
“Un corazón cristiano ama por lo que puede dar”. Esta es la experiencia de crecer en la gracia de dar.
¿Qué tan pudiente debo ser para participar en la gracia de dar? ¿Pueden los pobres tener el privilegio de sentirse bienaventurados por participar de esta gracia?¿Es sólo un privilegio de la clase media y de los ricos? La respuesta la tenemos claramente desarrollada en 2ª. Corintios 8:1-9. Un ejemplo verdaderamente sorprendente. Pasaron de pobres a ricos por medio de la gracia de dar. La mayordomía de sus vidas, correctamente administradas, lo hizo posible.
Cuando el creyente da, descubre un importante secreto de la vida cristiana.
A veces el cristiano, lleno de las bendiciones del Señor, duda en contribuir para la obra de Dios. Antepone delante de Él sus propias necesidades y no atiende como es debido las necesidades de la Obra. Por eso muchos creyentes no alcanzan a vivir la plenitud en Cristo por su falta de predisposición a crecer en la gracia de dar. Debemos aprender a vivir en plenitud. Hasta que esta experiencia no sea realidad en la vida del creyente, le será difícil disfrutar de la vida abundante que Cristo ha prometido.
Parece un contrasentido – Pero es una hermosa realidad La ansiedad humana siempre tiende a sentir gozo cuando recibe. Jesús nos enseña que hay otra forma de considerar el gozo.
Es a través de dar. A simple vista pareciera algo fuera de lugar ¿Sentir gozo porque doy? Por lo contrario, me pongo alegre cuando me dan algo. Me gusta que me regalen.
¡Qué lindo recibir regalos! Sin embargo hay una satisfacción tremenda en el dar. Para ello debemos estar imbuidos del espíritu cristiano. Cuando recibo es porque necesito. Cuando doy es porque tengo.
La gracia de dar nos convierte en fieles mayordomos. A través de la gracia de dar servimos a nuestro prójimo, pues tenemos la oportunidad de demostrar nuestro amor hacia el necesitado. A la vez estamos testificando de que damos porque primero hemos recibido de parte de Dios.
Siempre he imaginado que las bendiciones de Dios son dadas como si yo tuviera un recipiente. Allí Dios envía sus bendiciones, pero si yo no saco de allí para dar, llega un momento en que el recipiente se llena y aunque Dios quiere bendecirme más, no puede, pues en el recipiente no hay lugar.
Posiblemente yo tengo orgullo de todo lo que Dios me dió, pero no lo disfruto como debiera por no aprender a dar. Pero si saco de ese recipiente y por medio de la gracia de dar voy dando, siempre habrá lugar para que Dios me pueda dar más.
Y al dar más el Señor, yo tendré más para dar y seguir disfrutando de la maravillosa gracia de dar. Si yo doy, Él me da. Si yo no doy, Él no me puede dar aunque quiera. “...Dad y recibireis...” Lucas 6:38, “...De gracia recibisteis, dad de gracia...” Mateo 10:8.
Por medio de la gracia de dar servimos a la iglesia. Nuestros diezmos y ofrendas serán llevadas con regocijo ante el altar del Señor y será por amor y no por obligación. Nuestros dones y talentos serán puestos al servico del ministerio de la iglesia para que ésta pueda cumplir su responsabilidad en la tierra.
R.G. La Tourneau, un hombre cristiano de negocios, bien conocido en el mundo contemporáneo, ha sido siempre muy generoso en sus ofrendas para el Señor. En cierta ocasión respondiendo a una pregunta que se le realizaba en una entrevista dijo:
- No es cuestión de cuánto de mi dinero voy a darle a Dios, sino cuánto dinero de Dios voy a guardar para mí.- Éste es el espíritu del dar generoso, un hombre que se ha desarrollado en la gracia de dar y lo goza.
Por la gracia de dar servimos al Señor. Hacemos posible que la iglesia cuente con todos los elementos para el cumplimiento de su obra misionera y social. Una vieja leyenda dice que cuando el Señor ascendió a los cielos, los ángeles le dieron la bienvenida.
Le adoraron y alabaron por la obra de la redención realizada. El arcángel Gabriel, preocupado se le acercó y preguntó: - Señor,¿qué planes tienes para lograr que todos en la tierra conozcan la obra redentora que has realizado? El Señor respondió: - Reuní a un grupo de hombres:
Pedro, Juan, Andrés, Mateo, Bartolomé y los demás, y durante tres años estuve compartiendo con ellos, instruyéndoles y pidiéndoles que fueran en mi nombre por todo el mundo anunciando las buenas nuevas de salvación.
Sin estar del todo tranquilo Gabriel insistió preguntando: - Señor, si los hombres fallan, ¿Tienes algún otro plan para remediar sus fracasos o deserciones? Jesús respondió:
- No. No tengo ningún otro plan. Sólo aquellos que me conocen personalmente y me reciben como Salvador y Señor pueden hacer la tarea. Sólo tengo a Pedro, Juan, Santiago y los demás. Esta es una leyenda, pero nos permite reflexionar y preguntar:
¿Le estamos cumpliendo al Señor? ¿No se avergonzará de nosotros? Cuando el creyente ha llegado a entender que más bienaventurada cosa es dar que recibir, ha comenzado a crecer en la gracia de dar.
Debemos practicar esta gracia, pues al crecer en ella estamos apoyando la obra del Señor con nuestros dones, talentos, tiempo, capacidades, y bienes. Como fieles mayordomos hemos de recordar que las recompensas del Señor estarán en forma directa a como estemos obrando. “...Porque con la misma medida que medís, os volverán a medir...”Lucas 6:38 .
Esto debe llevarnos a procurar ser siempre generosos en nuestra manera de dar. Debe ser una alegría permanente servir al Señor a través de esta maravillosa gracia. “Más bienaventurada cosa es dar que recibir...” Hechos 20:35 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Este artículo ha sido tomado del libro: Administrando bien la vida por Aldo N. Broda