Estas Haciendo mal las Cosas
La vida cristiana no puede vivirse sin conocer la Palabra de Dios; por lo tanto, nosotros hoy también podemos errar si no conocemos las Escrituras.
¡Error!
Este fue el mensaje de advertencia que les dio el Señor a los religiosos cuando vinieron a Él queriendo probarlo con una pregunta capciosa que tan solo sirvió para poner de manifiesto el desconocimiento que tenían de las Escrituras.
Por su parte, el Señor les contestó que ellos estaban cometiendo un "error" al ignorar las Escrituras y el poder de Dios.
El diccionario nos ayuda a entender mejor lo que quiso decirles. Algunos sinónimos de "error" son: "No dar en lo cierto, desacertar, equivocación, incorrección, fallo, extravío, omisión, yerro, descuido, falta, errata".
A todo esto, hay que considerar que quienes cometían todas estas faltas eran personas que a su parecer estaban haciendo lo correcto, eran los defensores de la ortodoxia, los que velaban para que no se quebrantara la ley de Dios, prontos a castigar a quien lo hiciera.
Tal presunción venía porque guardaban ceremonias, celebraban ritos, respetaban fechas y leían algunos escritos, pero aún así estaban en un error: No conocían las Escrituras y por ello de nada les servía todo lo demás. Ellos solo conocían una parte de las Escrituras y se limitaban a la revelación que recibían por ella, pero desconocían todo el resto de la palabra de Dios.
Esto ilustra la triste realidad de muchos creyentes que pretenden vivir una vida cristiana pero no conocen La Biblia. Esto es peligroso y puede conducirnos al error, porque lo que hacemos puede estar mal hecho si no conocemos la Palabra, y también es un error el no hacer lo que nos dice que hagamos.
De esta situación surgen algunas preguntas lógicas: ¿Cómo puede uno saber lo que tiene que hacer si no lee las instrucciones? La vida es compleja y para algunos es difícil de llevar adelante. Pero a nosotros, el Creador, aquel que nos dio la vida, nos ha dejado instrucciones para un correcto desenvolvimiento.
No tenemos por qué estar perdidos acerca de la voluntad y las promesas de Dios. Él nos ha dejado su Palabra, las instrucciones, y son claras de entender. Su palabra no es "gravosa" o sea "pesada o difícil" como para que alguien diga: "yo no puedo cumplirla".
Todo lo que necesitamos para vivir, lo que sabemos y lo que no, está incluido en la Biblia. La vida cristiana no puede vivirse sin conocer la Palabra de Dios; por lo tanto, nosotros hoy también podemos errar si no conocemos las Escrituras. Erramos en conocer la voluntad de Dios Nuestra vida consiste en hacer la voluntad de Dios y no podremos saberla si no conocemos la Palabra. No debemos aceptar que alguien venga y nos diga: "Esto es lo que Dios quiere que hagas". Este es uno de los métodos que utilizan las sectas para manipular a las personas y hacer que hagan lo que ellos quieren. ¿Dónde hallaremos lo que Dos quiere que hagamos? ¿Dónde están sus leyes y mandamientos? ¿Dónde están las instrucciones de sabiduría? ¿Dónde está nuestra guía para adoración, evangelismo, misiones y toda nuestra tarea? ¿Cómo obedeceremos si no sabemos lo que tenemos que obedecer? ¿Cómo lo sabremos si no conocemos la Palabra de Dios? Erramos en cuanto a nuestras oraciones El que no conoce La Palabra no tiene chances en cuanto a la oración. No sabrá cómo ni qué pedir. Tampoco sabrá lo que es correcto y lo que no en cuanto a la oración. Claro que Dios nos oye y entiende a todos, pero la mejor forma de oración es la que se basa en la Palabra de Dios, y quien no la conozca no podrá disfrutar de los beneficios de una oración profunda. El que no conozca la Palabra, la Biblia, no podrá reclamar nada de lo que Dios le prometió, porque simplemente no lo sabe, y por ello perderá los beneficios de las promesas de Dios. ¿Cómo vamos a reclamar algo si no sabemos que nos pertenece? Hay quienes cuando oran no piden nada, justificándose en una supuesta humildad, pero la raíz del asunto es que no todos saben que la Biblia dice: "Pedid y se os dará (...) Todo lo que pidieres en oración creyendo lo recibiréis...". Y hay otros textos que nos muestran qué debemos pedir en nuestras oraciones. ¿Podremos amar a Dios si ignoramos las Escrituras? Evidentemente no, ya que el Señor dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos", y también "El que me ama, mis palabra guardará" (Juan 14:15, 23). Entonces arribamos a la conclusión de que es imposible amar a Dios sin conocer la Biblia, ya que en ella se nos dice cómo vivir el amor a Dios, cómo practicarlo. Esto es muy importante, ya que el gran mandamiento, el cumplimiento de toda la Escritura es: "Amarás al Señor tu Dios...", y esto implica que si no conozco la Palabra ni siquiera puedo cumplir con el primer y gran mandamiento. Erramos en cuanto a lo que creemos El mundo y aun las iglesias están llenas de gente con confusión acerca de Dios, con desconocimiento de las doctrinas principales; por eso hay quienes creen que la enfermedad, los problemas, la miseria, los demonios, el pecado y las adversidades son voluntad de Dios. Estas personas desconocen el carácter de Dios, sencillamente porque no conocen el libro en el que Dios se manifiesta. Una persona que no conozca La Palabra está expuesta a caer en cualquier engaño, ya que no conoce cómo obra Dios, qué es lo que Él pide, cómo es Dios, qué es lo que Él ha dicho, y entonces, ¿qué cree? Seguramente creerá lo que cree el resto, pero es muy posible que el resto también esté en su misma condición. Erramos en cuanto a nuestro fundamento El Señor dijo que si escuchábamos sus palabras y las guardábamos, seríamos semejantes al hombre que edificó sobre la roca. Esto significa que aquel hombre sería firme, fuerte, no sería conmovido. Hoy se observa tristemente que hay una inmadurez general en los creyentes, inconstancia y fluctuación, cambio de valores y metas equivocadas; no hay un fundamento firme en sus vidas. El fundamento de muchos es su experiencia religiosa y la vida cristiana no puede basarse en teorías, experiencias o prácticas, ni en costumbres. Todo esto puede cambiar y por eso no es un fundamento firme. Erramos si no nos paramos en las promesas de Dios en medio de las dificultades, mucho más si lo hacemos porque creemos en nosotros o en promesas de otros hombres. Erramos si nuestra obediencia es solo a preceptos de otros y no a la Palabra de Dios. Erramos en cuanto a la lucha espiritual ¿Recuerda usted en qué momento pronunció el Señor estas palabras: "Escrito está"? Fue en la lucha espiritual más intensa de la que se tenga registro. Jesús y Satanás cara a cara. Uno que quería convencer al otro para que hiciera lo que le proponía, y el otro que no se dejó mover fácilmente de lo que pensaba. Todos los argumentos y proposiciones del diablo fueron rechazados por un "Escrito está" que le dio a entender al diablo que Jesús no peleaba la batalla con sus medios, sino con las palabras de Dios. Esta fue la causa de su derrota. Muchos cristianos, sin embargo, fracasan en su lucha debido a que la enfrentan con argumentos propios. El problema de pelear la batalla es que el hombre es un ser cambiante y no siempre está con el mismo ánimo. Algunos pueden resistir durante años, pero llega un punto en que si no ven resultados se desalientan y se rinden. La Biblia nos habla de la "espada del Espíritu" y nada podría representar mejor la función de la Palabra de Dios. Una espada es un arma de ataque, no es un adorno ni una protección, sino que es un elemento de lucha. Nuestro enemigo nos ataca haciendo uso a veces de las realidades, en otras ocasiones de nuestros sentimientos y algunas veces de nuestros temores. Sus argumentos parecen ser lógicos y reales. Con la espada del Espíritu, uno puede rebatir los argumentos de las tinieblas. Una palabra de fe contra un desánimo. Una promesa de perdón contra una de condenación. Una promesa de sanidad contra una enfermedad. Y así podríamos seguir enumerando las diversas formas de usar nuestra espada. No hay que tener temor de lo que no vemos. Después de todo fue Dios el que se comprometió a cumplir su Palabra si la creíamos. No decimos palabras nuestras ni creemos cosas que un hombre nos dijo, sino que tomamos en serio las Palabras que Dios dijo. Es como cuando usted le promete algo a su hijo y este viene luego y le dice: "Papá, ¿te acordás de lo que me prometiste que ibas a darme?" Al hacer eso el niño no está consciente de cuán difícil puede ser o cuán costoso; solamente está consciente de que su padre le prometió algo y que él lo quiere, y entonces lo reclama. Muchos cristianos, en cambio, no le piden nada a Dios, porque creen que, en algunos casos "Eso es imposible" o "Eso nunca va a suceder". Hay que aprender del niño. Si papá lo dijo, va a cumplir. Hagamos uso, entonces, de los recursos que Dios nos dio. Tomado del libro: El Pan Sagrado Editorial Peniel.