Las Circunstancias no deben Derrotarnos
Cuando no tenemos en quién confiar, las crisis nos roban la tranquilidad. La determinación de permitir que nos agobien las dificultades es nuestra y nada más que nuestra. Los demás podrán traernos tribulación.
Jorge Enrique miró a la cámara de televisión. Luego a mi. Después a quienes nos rodeaban. Estábamos en la unidad oncológica del Hospital Universitario del Valle del Cauca, en Colombia.
Grabábamos un especial de televisión. El sonrió, guardó silencio unos segundos, meditó cuidadosamente en sus palabras, y dijo:
--No me preocupa que me vean como estoy, algo deteriorado físicamente. El cáncer habrá podido invadir mi cuerpo, pero no mi alma. Podrá acabar con mis fuerzas, pero no con mi entusiasmo.
Y voy a estar feliz hasta el último día que pueda despertar.—El silencio que acompañó sus frases lo dijo todo. Aquél estudiante de segundo semestre de ingeniería civil era un vencedor, a pesar de las circunstancias.
Sorprendió a todos. Su optimismo tenaz rompió el hielo. Algunos se conmovieron. Otros reflexionaron en el hecho de que ellos estaban a punto de renunciar a vivir pese a que tenían todas sus facultades y estaban sanos. En cambio, este joven de veinte años luchaba por la existencia. Y no se iba a dejar derrotar.
Salí del lugar con la firme convicción de que es necesario seguir luchando. Lecciones de vida tal como la que compartió con nosotros Jorge Enrique, hablan más que mil palabras. Son hechos. Es el pensamiento inalterable de un vencedor, por encima de las dificultades.
Cuando no tenemos en quién confiar, las crisis nos roban la tranquilidad. La determinación de permitir que nos agobien las dificultades es nuestra y nada más que nuestra. Los demás podrán traernos tribulación.
Incluso, las circunstancias adversas pueden ensombrecer el panorama que tenemos enfrente. Pero la decisión de dar lugar al desánimo la toma cada uno.
Sin embargo hay un recurso infalible frente a los desiertos que atravesamos. Estriba en tener fe en Dios, Aquél que todo lo puede. Si en la crisis volvemos nuestro rostro a El, encontraremos paz y sosiego, tal como lo escribe el salmista: “Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre!”(Salmo 23:3).
Es natural y previsible que los conflictos vengan a nuestra existencia, pero vamos a vencer. De un lado con la disposición de seguir adelante sin mirar la dimensión de los problemas, y de otro, depositando todas nuestras cartas en el Señor Jesucristo, en el convencimiento que el traerá tranquilidad a nuestro corazón. ¡No lo piense dos veces!¡Inténtelo ahora mismo!