Neguemonos a Odiar
La necesidad del perdón es una realidad que existe en todos los seres vivientes. Existe el poder para perdonar las ofensas La relación de la falta de perdón con las enfermedades físicas y anímicas.
Existe el poder para perdonar las ofensas
La relación de la falta de perdón con las enfermedades físicas y anímicas.
La necesidad del perdón es una realidad que existe en todos los seres vivientes. El perdón ayuda a que las relaciones florezcan, y permite que la Tierra se reabastezca después que las criaturas han desordenado las cosas.
Por ejemplo, cuando una manada de elefantes diezma una densa porción de jungla sin dejar nada –ni raíces, ni cortezas ni troncos– o cuando un rayo golpea un bosque seco y causa un incendio que destruye cientos de hectáreas y de animales, la naturaleza no tarda en perdonar, y con frecuencia devuelve más de lo que fue destruido.
No debemos odiar, ni siquiera al problema
Lo opuesto al amor es el odio. El odio se define como una aversión intensa hacia algo. La palabra funcional en este caso es intenso, que proviene de la palabra latina “intendere”, que significa poner gran empeño o tender hacia, apuntar a un objetivo. La palabra “tensión” también se deriva de la misma raíz.
La tensión se produce cuando se aplica energía sobre un objeto o persona en forma de presión –comprensión u opresión– o bien se usa para arrastrar algo o a alguien en dirección opuesta a su naturaleza o deseo.
¿Qué ocurre a un objeto cuando se le aplica demasiada presión, o una cantidad moderada durante un tiempo demasiado largo? El objeto reacciona de una sola forma o con varias combinadas: aumenta su temperatura, se dobla, se comba, agrieta o quiebra.
Lo que ocurre con los objetos también es válido para las personas. No me refiero a colocar un objeto físico pesado sobre el cuerpo humano. Aunque sin duda esto provocaría los efectos antes mencionados, es muy raro que alguien permita que lo sometan a semejante opresión.
En el caso de un ser humano, en cambio, se trata de un proceso de creación interna de lenguaje e ideas negativas y dañinas de los que este participa voluntariamente, y que le produce estrés, tanto en sus emociones como en su cuerpo.
Siempre hay que esforzarse por atraer lo opuesto al odio Piense en la tensión a la que nos sometemos cuando nos permitimos odiar a alguna persona u objeto. Nuestro cuerpo y mente no han sido diseñados para alojar el odio, y podemos verlo claramente si observamos la forma en que este sentimiento afecta nuestro cuerpo. ¿Ha experimentado usted los siguientes síntomas cuando está enojado? - Su rostro se enrojece y se llena de sangre caliente. - El cuello de su camisa parece que se encogiera alrededor de su cuello. - Sus dientes chocan entre sí hasta que le duele la mandíbula. - Sus ojos se le salen de las órbitas. - Su pecho se expande y luego se estrecha. - Las venas de su cuello se le hacen protuberantes. - Sus sienes laten con violencia. Uno experimenta todo esto porque los músculos de su corazón bombean cantidades de sangre a un ritmo al que el resto del cuerpo se esfuerza por adaptarse. Aunque el sistema de arterias y venas funciona con bastante eficiencia para manejar esta hercúlea hazaña cuando sucede en forma ocasional, si se perpetúa en el tiempo, esta presión se torna algo demasiado difícil de manejar para nuestro organismo. Entonces, si el odio y el enojo continúan fluyendo, en algún momento la salud se quebrantará. La falta de perdón da lugar al odio. Uno de los principales problemas que surgen del sentimiento de odio es el estrés. Cuando el estrés no es manejado adecuadamente, da lugar a la aparición de un sinfín de otros problemas que interfieren con la calidad de vida. Una invitación a reflexionar Recuerdo una conversación que tuve con un amigo, en una ocasión que había contraído úlcera. Yo creía que lo que le había desencadenado aquella dolencia eran los muchos años de enojo y odio reprimidos, y entonces le dije: – Fergurson, debes aprender a no odiar, ni siquiera a tus problemas. ¿Acaso no sabes que hasta el más duro de los metales se quiebra cuando se le somete a cierta presión? Esta simple frase debe haber dado en el clavo, porque aún hoy, cuando Fergurson nota que estoy manifestando señales de enojo, me dice: – Rob, ¿no sabes que la presión puede romper una tubería de plomo? Sus palabras siempre me ayudan a recordar el daño que en definitiva le hago a mi salud física y mental. Podemos invocar a Dios pidiéndole el poder de perdonar a otros. Él nos dará paciencia, esa que nos permita perdonar y buscar formas de ayudar a los que reciben nuestro perdón. Nos da el poder para estar quietos, calmados, ser razonables, tener la mente clara, ser perdonadores, humildes, justos, tardos para la ira y amables. Cuando tenemos presente que la sabiduría de Dios está disponible para cualquiera que se la pide (ver Santiago 1:5), nos damos cuenta que el conocimiento para hacer lo correcto está tan cerca como nuestro propio corazón, y que el odio no es más que una energía dañina, iracunda y trágica que tendrá más consecuencias negativas para nuestra vida que cualquier otro problema que podamos atravesar. Usted es único; solo existe un ejemplar. Nunca habrá otro individuo como usted en el mundo. Usted tiene un potencial para encontrar su propio camino y dejar una estela de luz para que también otros encuentren el suyo. Pero si odia a la gente, reduce su luz a una pequeña chispa. Y cada vez que odia a alguien, disminuye su capacidad de regenerar ese brillo que su Creador le dio en un principio. Ámese a sí mismo y a sus semejantes por medio del poder del perdón… y deje brillar su luz. Tomado del libro: La gente nunca es el problema Editorial Peniel