Vivir para lo Eterno
La Biblia dice que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios. En realidad yo temo amar demasiado a mi esposa, a mi hija, o a mi trabajo, porque he visto a muchos que se han arruinado por unirse demasiado a alguna cosa temporal o terrestre.
La Biblia dice que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios. En realidad yo temo amar demasiado a mi esposa, a mi hija, o a mi trabajo, porque he visto a muchos que se han arruinado por unirse demasiado a alguna cosa temporal o terrestre.
Muchos de nosotros estaríamos extremadamente contentos si aprendiéramos esa lección, que Dios es la única persona en este universo quien merece nuestro amor y que si le damos el corazón entero, más tarde no sufriremos. Robert Southwell tenía razón cuando dijo: “No donde respiro, sino donde amo, vivo”.
Conozco a una señora que consagró todo su amor a su hija y su esposo. Cuando la niña tenía tres años de edad, se supo que sufría de debilidad mental, en otras palabras, que era una idiota sin esperanza.
Pocos años después su esposo murió de cáncer, y ahora ella se encuentra decepcionada y casi desesperada. Temo que ella amó demasiado.
Conozco a un hombre que trabajó mucho en sus negocios – era un hombre con éxito en sus negocios – pero a la edad de setenta años cuando el enfermizo corazón le hizo retirarse, él me dijo de una manera muy patética: “Yo estoy descontento; he desperdiciado mi vida. Ahora no puedo trabajar, y todo lo que puedo hacer ahora es sentarme y pensar cuánto yo hubiera podido hacer”. Este hombre había vivido por el negocio y por el dinero, los cuales constituían su primer amor, y ya no le proporcionaban placer ninguno.
No importa si el tesoro más deseado en la vida del hombre es el placer sensual, la recreación, o la fama, un hogar hermoso, dinero, o simplemente el dominio egoísta de su familia, todo igualmente nos conduce a la tristeza. Aun el servicio al prójimo puede ser una cosa temporal, un fin material de la vida. Si más tarde nos volvemos pesimistas acerca del futuro del hombre, entonces estamos descontentos aun en nuestro servicio.
Esta unión de nuestras vidas con lo que es temporal puede mejor ser ilustrada por medio del sexo y el dinero. Como éste es menos delicado, quisiera demostraros cómo destruye la felicidad. Hay más hogares destruidos por medio de discusiones de dinero que por cualquiera otra razón, dice una autoridad. Destruye al pobre tanto como al rico. El juego de azar, la falta de honradez, falta de entendimiento, la envidia, la ira, y el odio están más relacionados con el ganar dinero que con cualquier otra cosa. Cuando un hombre ya ha desistido de la posibilidad de estar contento, y vivir una vida útil, entonces recurre a ganar más dinero que su prójimo. Jesús sabía esto y le dijo al joven rico que antes de que tuviera vida eterna debía vender lo que tenía y dárselo a los pobres. Por la misma razón Jesús dijo en Mateo 6.33 que si queremos vencer la preocupación, la congoja, debemos buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”. No hay alternativa. O usamos en el reino de Dios el dinero que poseemos o iremos por la vida alimentando nuestra infelicidad. Para vivir debemos dar. G.A. Studdert-Kennedy ha expresado claramente esta idea en su poesía que se titula: “Si yo fuera millonario”. “Me compraría un perfecto Hogar en un Isla, Dulcemente situada en un Mar del Sur, Y allí edificaría un paraíso, Para el corazón de mi Amor y para mí. Haría allí un jardín perfecto, Como el que veo en mis sueños, Y los años pasarían como crecen los pétalos Que forman una rosa perfecta. Levantaría allí un templo perfecto, Un atrio donde mi Cristo habitara, Y entonces despertaría para contemplar mi alma Condenada en lo profundo de un perfecto infierno”. No son las cosas materiales las que hacen infeliz al hombre, sino el uso de ellas. Un médico dijo que la mitad de sus pacientes estaban neuróticos porque estaban casados, y la otra mitad porque no lo estaban. Creedme que solamente la consagración puede librar al hombre de sí mismo. Hay muy pocas personas que son felices. Permitid que Dios obre en vosotros, amadlo con todo el corazón y haced que la voluntad de él sea vuestra guía, y así encontraréis la felicidad. Cuando el General Booth, el fundador del Ejército de Salvación, quedó ciego, su hijo Bramwell le dio la noticia. “¿Tú quieres decir que estoy ciego?” dijo el general. “Temo que sí”, contestó el hijo. “¿No volveré a verte otra vez?” le preguntó el general. No dijo Bramwell, “posiblemente en este mundo no”. La mano del anciano se movió sobre el cubrecama hasta poder coger la mano de su hijo. “Bramwell, le dijo: “Yo he hecho con mi vista todo lo que puedo por Dios y por la humanidad. Ahora voy a hacer sin la vista lo que pueda por Dios y por la humanidad. Amigos míos, cuando me doy cuenta de que la infelicidad quiere apoderarse de mi corazón trato de acercarme más al Eterno en la vida. Comienzo a contribuir más, me niego más cosas, y me olvido de mí. “Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros”. Tomado del libro: La religión de una mente sana