Una Esperanza Más Allá de Esta Vida
Cuando pusimos nuestra confianza en Jesús como nuestro Salvador, recibimos no solo el perdón de nuestros pecados; recibimos Su vida misma. A través del Espíritu Santo, Jesús está ahora mismo morando en nosotros.
Una Esperanza Más Allá de Esta Vida | Una reflexion de Vida del Pastor Charles Stanley
Cuando pusimos nuestra confianza en Jesús como nuestro Salvador, recibimos no solo el perdón de nuestros pecados; recibimos Su vida misma. A través del Espíritu Santo, Jesús está ahora mismo morando en nosotros (Jn. 15:4) para ayudar a cada creyente a vivir la vida cristiana (Gá. 2:20).
Si Jesús no se hubiera levantado de la tumba, tendríamos razones para dudar de nuestra seguridad eterna, pero el hecho de que resucitó demostró de una vez por todas la verdad de todo lo que Él dijo, y es también garantía de todo lo que prometió.
Él prometió que no nos dejaría huérfanos, para que nos defendiéramos solos (Jn. 14:18), sino que nos enviaría otro Consolador, el Espíritu Santo, que estaría con nosotros para siempre, morando no sólo con nosotros sino también en nosotros (Jn. 14:16, 17). También recibimos otro aspecto de Su vida cuando ponemos nuestra confianza en Él: la vida eterna.
He aquí la diferencia entre los creyentes y los inconversos: el inconverso tiene vida en la tierra, pero nosotros los creyentes tenemos vida después de la muerte porque tenemos la vida de Cristo. Jesús es, fue y será siempre; Él vivirá por siempre, y la vida eterna que ofrece es asimismo de duración infinita.
Además de esto, el Señor nos da la calidad y la naturaleza de la vida que Él posee, gloriosa, abundante e indescriptible. Él se ha dado a Sí mismo a nosotros. Entonces, si Él nos ha dado vida eterna, ¿Se envejecerá nuestro cuerpo? ¿Se debilitarán nuestros músculos y nos pondremos canosos? Sí, el cuerpo cambiará con el tiempo, pero nuestra alma y espíritu madurarán y se harán más fuertes.
La Biblia nos dice que los cristianos vivirán para siempre, pero no con sus cuerpos terrenales. ¡Todo creyente va a experimentar una resurrección corporal! Lo sabemos, no solo porque Cristo mismo resucitó, sino también porque Él nos dijo: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Jn. 6:39).
Si usted pertenece a Cristo, va a experimentar una resurrección corporal, física. ¿Por qué más nos regocijamos? Hebreos 9:27 dice que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Toda persona estará un día en presencia de Jesucristo para dar cuenta de su vida.
La Biblia habla de dos resurrecciones futuras: la primera “para vida”, que garantiza la recompensa a todo creyente (Ap. 20:6). La otra resurrección, que está reservada para todas las personas que han rechazado al Señor Jesús, es para juicio y condenación.
El resultado será separación eterna de Dios, lo que la Biblia llama “la muerte segunda” (Ap. 20:11-15). Otra razón para regocijarse es que la resurrección de Jesucristo nos ha dado un propósito claro para vivir. Él nos ha salvado para que reflejemos Su vida en nuestro trabajo, en nuestra conducta, en nuestras palabras, y en nuestro diario andar. Por esto usted y yo somos parte del cuerpo de Cristo.
Él mira a través de nuestros ojos, habla a través de nuestra voz, y ayuda a través de nuestros manos. Al habernos creado para Él, el Señor desea que andemos en santidad y justicia en Su presencia. Estamos llamados a ser los representantes de Cristo, conduciendo a los demás a Él y reflejando Su luz a un mundo en tinieblas que necesita al Señor desesperadamente.
A todos los que le conocemos como Salvador personal, Él nos ha dado el mensaje más maravilloso y glorioso, sin igual en la historia. Y ese mensaje es tan sencillo: nuestro incondicionalmente amoroso Padre celestial envió a Su unigénito Hijo a este mundo perverso, vil y pecador a morir en una cruenta cruz romana. Allí, Cristo pagó la deuda de pecado de toda la humanidad para reconciliarnos con Dios y hacernos Sus hijos.
Cuando usted le recibe por fe como su Salvador personal, su destino eterno queda transformado en una fracción de segundo; en un momento estaba usted perdido, y en el siguiente es salvo. Antes se dirigía al infierno, pero ahora a una morada en el cielo. De vez en cuando oigo a alguien decir irreflexivamente: “Bueno, creo que me iré al infierno cuando me muera”.
¡Nadie que esté bien de la cabeza debería hablar con tanta ligereza! Cada persona va a pasar la eternidad, ya sea en el cielo o en el infierno, no hay forma de evitarlo.
No habrá ninguna desintegración, ninguna aniquilación. No hay ni un solo versículo de la Biblia que diga que usted podrá convertirse en nada después de haber nacido. Permítame decirle esto: ¡Sería mejor nunca haber nacido que morir sin Cristo! Entonces, ¿Por qué razón celebramos la resurrección? Porque estamos hablando de seguridad, confianza y valentía.
Porque estamos hablando de dónde estamos en la vida, de hacia dónde vamos, y de cuál será nuestro destino final. Apocalipsis 21:27 dice que nadie podrá entrar al cielo, sino solamente “los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. ¿Cómo puede tener su nombre inscrito en ese libro? Aceptando al Cordero de Dios, la persona de Jesucristo, como su Salvador personal, basado en el hecho de que Él murió en la cruz por usted, pagando totalmente su deuda de pecado. Tres días después de ser sepultado, se levantó de nuevo. Créalo... ¡y celébrelo!