Testimonios de Fe, Vidas Cambiadas
Dios me dio la bendición de nacer en un hogar cristiano. Yo creía que, debido a que mis padres eran cristianos, yo también lo era. Hasta que una noche, en un campamento de jóvenes . . .
FORTALEZA DIVINA
Dios me dio la bendición de nacer en un hogar cristiano. Yo creía que, debido a que mis padres eran cristianos, yo también lo era. Hasta que una noche, en un campamento de jóvenes, en medio de la oscuridad, caí de rodillas delante del Señor, le pedí perdón, y pude escuchar su voz diciéndome lo mucho que me amaba.
Le pedí que entrara a mi corazón, pues quería ser diferente; quería ser su hija. De ahí en adelante mi vida cambió, y comencé a asistir a un grupo de jóvenes cristianos en donde conocí al que ahora es mi esposo; formamos un hogar en el que nuestra prioridad es el Señor.
Fuimos bendecidos con tres hijos, a los cuales les enseñamos los caminos del Señor. Mi hija mayor amaba mucho a Dios y comenzó a asistir a la universidad. Siendo muy joven se enamoró y decidió casarse, por lo que ella y su esposo se mudaron a otra ciudad.
Un día, antes de mi cumpleaños, me llamó para desearme un feliz día, pues no iba poder estar conmigo. Su palabras fueron: “Te amo mucho, mamá; te llamaré mañana para felicitarte”. Y esa mañana, muy temprano, me desperté llorando y muy triste. Precisamente a esa hora había ocurrido el terrible accidente. Mi amada hija había partido a su hogar celestial; tenía solamente 20 años.
Otro conductor, en estado de ebriedad, se estrelló contra el carro que ella conducía. Me siento muy amada por mi Dios, pues a Él le plació llevarse a mi hija con Él. Ahora mis cumpleaños no son iguales; en ese día celebro la entrada de mi querida hija al cielo. Ella siempre decía que pronto vería el rostro de Dios.
Yo no he perdido una hija, pues sé dónde está, y sé que un día iré a ese lugar para reunirme con ella. La fortaleza viene de Dios y su fidelidad es eterna. He crecido espiritualmente, y mi matrimonio ha sido fortalecido. El Señor está en control de todo, y por eso puedo decir: ¡Gracias a Dios en todo!
Victoria Eunice Durán, CORPUS CHRISTI, TX
DIOS RESTAURA
Cuando escuché hablar de Dios por primera vez, mi esposo abusaba de mí de todas las maneras. Estaba enferma de depresión, migrañas, sinusitis, y con una endometriosis que me hacía vivir sumergida en medicamentos para combatir los fuertes dolores y la depresión. Tenía una vida completamente destruida por la enfermedad y por el abuso. Incluso, intenté varias veces suicidarme, sin que lo supieran mi familia y mi médico.
Los antidepresivos eran muy fuertes, y aunque debía tomar solo una pastilla en la mañana y otra en la noche, tomaba cuatro en la mañana y otras cuatro en la noche. ¡Que esté viva para contarlo es solamente resultado de la gracia del Señor! Cada mañana me despertaba afligida diciéndole a Dios: “¿Por qué permites que me despierte para seguir en esta vida?”.
Durante ese tiempo, conocí a una señora que trabajaba en la farmacia que yo frecuentaba; ella me habló de Cristo y me dijo que Él no quería que yo viviera enferma. Tiempo después, me visitó con la pastora de su iglesia y con otros hermanos que me presentaron al Señor Jesús. En ese momento recibí al Señor Jesucristo como mi Salvador. ¡Nunca antes había sentido tanta paz en mi corazón!
El Señor me prometió que restauraría mi vida y mi matrimonio. Sin embargo, dejé a mi esposo, y estuvimos separados por dos largos años. Le pedí al Señor que me diera otro hombre, porque mi esposo había destruido mi vida y me había hecho una mujer tremendamente infeliz.
En respuesta a mi oración, el Señor me prometió un nuevo hombre que me amaría como Él lo hacía, y que me haría feliz. Empecé una nueva relación sentimental con un hombre que yo elegí, pero ese no era el plan de Dios y no duró mucho tiempo.
Por obediencia al Señor terminé esa relación, y pocos días después el Señor me dijo que perdonara a mi esposo, y que le diera otra oportunidad. ¡Dios lo había transformado en un hombre nuevo, en el hombre que me había prometido! Mi esposo recibió al Señor en octubre de 2011, y hoy vamos a renovar nuestros votos matrimoniales.
Pero Dios apenas está comenzando con nosotros; lo que Él tiene para nuestras vidas es algo más grande de lo que podamos imaginar. El Señor, con su amor y su misericordia, ha restaurado nuestras vidas y nuestro matrimonio.
Carmen Ochoa, TORONTO, CANADÁ LIBRE EN EL ESPÍRITU Mi historia comenzó a la edad de 8 años. Desde entonces mi mente comenzó a contaminarse de temores, de malas influencias, de pornografía y de vandalismo. Al cumplir 20 años, decidí marcharme a Estados Unidos.
Mis padres no se habían dado cuenta hasta ese momento, en realidad, de lo que estaba pasando en mi vida. Aunque fui criado muy humildemente, ellos se esforzaron por darme todo su amor, ayuda económica, educación y consejos, pero no valoré nada. Quería ser alguien que hasta ese tiempo no era.
Estando en los Estados Unidos, me involucré en el mundo del tráfico de drogas; deseaba tener muchas cosas, y a pesar de la vida que llevaba, me consideraba bueno. Me casé en el 2003, e hice juramentos sagrados los cuales olvidé muy pronto, a pesar de que mi esposa era mi sueño y mi todo.
Pocos meses después de haberme casado fui arrestado. Fui la gran desilusión para todos, especialmente para mi esposa. La verdad salió a la luz. Llegué peleando a la prisión, y me metieron en una celda de castigo. Allí comencé a reflexionar acerca de mi vida.
Le pedí a Cristo que si Él existía y tenía poder, me lo mostrara sacándome de la prisión. Noche tras noche le ofrecía servirle, y estando un día en la celda de castigo, y vigilado por cámaras, guardias, puertas de seguridad y paredes dobles, el Señor Jesucristo me visitó y entró en mi corazón.
Todo mi ser se estremeció, y de mis ojos brotaban ríos de lágrimas. Por primera vez experimenté libertad y gran gozo. Fui sentenciado a 11 años y 3 meses de prisión; el Señor Jesucristo estuvo conmigo en el momento de mi sentencia, y lo acepté todo con valor. Desde entonces he padecido luchas, pruebas, peligros, problemas, enfermedades, retos, desprecios y el debilitamiento de mi matrimonio.
Pero, en todo Dios ha estado conmigo. Han pasado casi 9 años de cárcel, y después de haber visto a mi matrimonio prácticamente destruido, el Señor le dio vida de nuevo.
Sigo preso en la carne, pero libre en el espíritu, y soy feliz. Amo a Cristo, a mi esposa, mi familia y mis amigos. Estoy completamente agradecido con Dios, y lo alabo por siempre. Él perdonó mis pecados, sanó mis heridas, cambió mi interior, y llenó mi corazón.
Jesús vino a darme vida en abundancia. ¡Él está vivo, y me guarda firme hasta el final! Rafael Esparza, BIG SPRING, TX PROVISIÓN y GRACIA Doy gracias a Dios por la salud de mi madre; según los doctores, ella debería tener cáncer, pero las biopsias demuestran lo contrario.
Actualmente, está siendo tratada con medicamentos muy costosos que debe recibir de por vida, y gracias a que Dios hizo un milagro al tocar a un empleado del sector de salud pública de mi país, la medicina que tiene un costo mensual de 400 USD la recibe completamente gratis, sin haber solicitado tal ayuda.
Estoy agradecida a Dios porque, a pesar de que la realidad de los síntomas siguen estando allí, la verdad de Cristo sigue obrando en ella.
Gracias a Dios por su salud! Ruth Esther Villanueva, SANTO DOMINGO, REPÚBLICA DOMINICANA AMOR ETERNO Soy un profesor universitario que experimentó la restauración divina. Dios utilizó una enfermedad tan terrible como el VIH para llevarme a cumplir su propósito. El martes 24 de mayo de 2011, a las 2:01 p.m., mi vida cambió. Un examen médico certificó la noticia que yo jamás hubiera esperado en vida: era VIH positivo.
Literalmente, en un minuto vi mi vida pasar delante de mí como una película, y pensé que éste era el fin del mundo. Varias interrogantes llenaron mi mente: ¿Cómo se lo digo a mi familia? ¿Qué hago? ¿A dónde voy? ¿Cómo pasó? El personal que me informó el resultado fue bien diligente y estuvo conmigo para ayudarme a asimilar la noticia.
Luego de cuarenta y cinco minutos llorando, comencé a preguntarle directamente a Dios: “¿Por qué a mí? ¿Esto tiene algún propósito en mi vida?” Aunque no obtuve una respuesta inmediata, entendí que algo Dios haría en esta nueva etapa de mi vida.
Fue en ese momento cuando me confronté a mí mismo y me pregunté: ¿Realmente estoy haciendo tu voluntad, Señor? Gracias a Dios, en la actualidad, el VIH no es detectable, y encontré el propósito de Dios para mi vida.
Hoy, doy gracias a Dios por padecer esta enfermedad, porque he descubierto que la misericordia del Señor es eterna y su amor no ha cambiado. En 1 Juan 5.4, Dios nos reitera que es la fe en Jesucristo la herramienta poderosa para nuestra victoria, sea cual sea la batalla que libremos. “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. Roberto José Corsino, CEIBA, PUERTO RICO