Viviendo sin Complejos II
Cambia tu forma de pensar, comienza a pensar con la mente de Cristo; no tengas una mente estrecha, amplía tu mente y tu visión de lo que eres y a lo que eres llamado.
Un día estaba predicando en Filadelfia, Estados Unidos en una iglesia bien grande con gente de clase social alta.
Al finalizar el culto o reunión (Dios había derramado Su gloria y manifestado su poder) una señora muy elegante, se acercó a mi traductor, diciéndole que quería invitarme a su casa.
Fuimos, era una gran mansión sobre una colina con un hermoso parque, dentro de la casa, el lujo y la suntuosidad de los muebles era impresionante (sin entrar en mayores descripciones).
Me senté en un gran sofá de terciopelo, y en ese gran living me sentí un poco fuera de mi lugar, realmente me sentí inferior; ¡pero gloria a Dios! el Espíritu vino sobre mí y me habló diciéndome:
Pablo no te sientas inferior, ella debe sentirse honrada por tu presencia en su casa, tu eres mi embajador, eres mi hijo.
Lo que esta mujer tiene aquí, será por poco tiempo, tú tienes tesoros en los cielos que son eternos, tú te vas a sentar conmigo en mi trono y vas a correinar conmigo por la eternidad.
Tú eres superior, no le pediste tú; más ella te pidió que vinieras a bendecir su casa y orar por su esposo. ¡Tú eres superior!
¡OH amigo! ¡Esa fue una experiencia inolvidable que revolucionó mi vida y mi forma de pensar para siempre!
Ahora si alguien se atreve a mirarme por sobre el hombro, yo me elevo mucho más y lo miro desde más alto todavía.
He tenido la oportunidad de hablar con muchas autoridades (políticas, religiosas). He dado el mensaje del Evangelio a gobernadores y presidentes, y en la presencia de estos ¿sabes cómo he pensado y me he sentido?
Como la persona más importante que todos ellos, pues estos están en su posición por unos años; mi posición en Cristo, es por la eternidad!
Un día estaba en un Congreso Latino-Americano; el que organizaba ese Congreso era un hijo espiritual mío.
La noche de la clausura, vino el presidente de la nación, dijo unas palabras y saludó a los delegados y congresistas allí presentes; luego el Pastor con toda dignidad y autoridad, puso la mano sobre el hombro del presidente y pidiéndole permiso, oró por él.
Eso fue tremendo, había canales de televisión que transmitían en vivo, y se pudo ver al “mayor, bendecir al menor”. ¡El mayor era el Pastor con su santa Unción! Esa noche después de la clausura, el Pastor me invitó a cenar con otros oradores; él estaba tan eufórico. Me dijo: “Jefe, ¿qué le parece? ¡Estuvo el presidente de la nación!”.
Yo le miré y le dije: ¿Por qué estás eufórico? La persona más importante esta noche en el Congreso, no fue el presidente, sino fuiste tú, pues no fuiste tu a ver al presidente, ¡vino él a verte a ti! No fue el presidente que oró por ti, fuiste tu, que oraste por él! ¡Gloria a Dios mi hermano! A levantar la cabeza, a echar fuera el espíritu de inferioridad. No te acomplejes nunca por nada y en nada.
Tu eres un ser importante y más sabiendo que eres hijo de Dios! Cambia tu forma de pensar, comienza a pensar con la mente de Cristo; no tengas una mente estrecha, amplía tu mente y tu visión de lo que eres y a lo que eres llamado.
Deja de alargar tu rostro y bajar tu vista, pon un rostro alegre y optimista! Alguien dijo: “Una cara larga y una mente amplia rara vez se encuentran bajo el mismo sombrero”.
Tu puedes ser una persona fracasada, o una persona triunfante en la vida; de ti depende. Hay un potencial en ti, que si lo aprovechas, puedes vivir como hijo del Rey de los reyes.
Tú puedes cambiar tus fracasos en éxitos. En el mismo lugar de tantas derrotas, puedes lograr enarbolar la bandera de victoria! Tomado del Libro: Sin leña se apaga el fuego.