El Ayuno que Escogí
Hace que nuestras debilidades se conviertan en fortalezas y nos ayuda a ser más humildes, menos orgullosos, menos egoístas y a preocuparnos más por las necesidades de los demás. Predica de Mateo 6:16
El Ayuno que yo Escogí
"Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa." Mateo 6:16
El ayuno cristiano es abstenerse de comer y de beber para dedicarse a asuntos espirituales:
"Y Moisés estuvo allí, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches. No comió pan, ni bebió agua, pero sí escribió en las tablas de piedra las palabras del pacto, es decir, los diez mandamientos" (Éxodo 34:28)
El ayunar de vez en cuando es saludable para el cuerpo y ayuda a la mente a estar más activa. El ayuno con un propósito determinado es algo más que abstenerse de comer y de beber; es también concentrarse en asuntos espirituales.
Jesús nos dió ejemplo, ayunando al comenzar Su ministerio, para enfrentar al diablo con el poder del Espíritu Santo:
"Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días, y el diablo lo estuvo poniendo a prueba. Como durante esos días no comió nada, pasado ese tiempo tuvo hambre" (Lucas 4:1-2)
El ayuno nos ayuda a vencer defectos y pecados personales; nos sirve para superar nuestras debilidades. Es un signo de arrepentimiento:
"Se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la vertieron delante del Señor. Aquel día ayunaron allí y dijeron: Hemos pecado contra el SEÑOR. Y Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Mizpa" (1 Samuel 7:6)
Hace que nuestras debilidades se conviertan en fortalezas y nos ayuda a ser más humildes, menos orgullosos, menos egoístas y a preocuparnos más por las necesidades de los demás.
El ayuno es una práctica devocional e íntima. No es necesario proclamar a todo el mundo que estamos ayunando pues no es motivo para envanecerse o creernos más espirituales, ya que es algo tan normal como orar o alabar a Dios.
Hay una gran diversidad de motivos que pueden llevarnos a ayunar. En tiempos de desorientación y dudas, se puede ayunar para encontrar la voluntad del Señor:
"Lleno de miedo, Josafat se dispuso a consultar al Señor, y ordenó que todos en Judá ayunaran" (2 Crónicas 20:3)
Para recibir la bendición de Dios, nosotros, la familia, la Iglesia o la nación:
"Así que todos ayunamos ese día, y le pedimos al Señor que nos bendijera, y él nos bendijo" (Esdras 8:23)
Por los enfermos, para que sean sanados o Dios nos de una respuesta:
"Si estaban enfermos, yo me preocupaba; ayunaba y me vestía de cilicio. ¡Quisiera que mis oraciones volvieran a mí!" (Salmos 35:13)
Pero esto no es todo el ayuno que pide el Señor de Sus hijos. El verdadero ayuno se trata de vivir una vida de justicia y equidad, no sólo de abstenerse de los alimentos:
"¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo?" (Isaías 58:6)