Regocijándonos en una Salvación Tan Grande
La gente pregunta por qué celebramos la resurrección. La razón principal es porque Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, está vivo. Ningún otro líder religioso que haya vivido y muerto puede hacer esa afirmación.
Recuerdo que hace varios años estaba parado detrás del telón en nuestra iglesia, durante un drama sobre la Pasión. Al final de cada representación, yo salía y explicaba cómo ser salvo aceptando por fe al Señor Jesucristo como Salvador personal. En la escena, Jesús había resucitado, y los discípulos se dirigían apresuradamente a la tumba para ver lo ocurrido.
Yo estaba tan cautivado por su entusiasmo que por un breve momento quise salir al escenario en medio de todos esos actores vestidos como personas de hace dos mil años, para poder también entrar con ellos en la tumba y verla vacía.
La gente pregunta por qué celebramos la resurrección. La razón principal es porque Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, está vivo. Ningún otro líder religioso que haya vivido y muerto puede hacer esa afirmación.
En realidad, todos los líderes o celebridades que han muerto, ya sean políticos, académicos o artísticos, permanecen sepultados, a menos que sus cuerpos hayan sido sacados por los hombres. Las tumbas de estas personas muchas veces son honradas como lugares de orgullo nacional o religioso.
Pero ¿de qué nos gloriamos nosotros los cristianos? Nos gloriamos de una tumba vacía, porque la Persona que amamos, la Persona que seguimos, la Persona que servimos, ya no está allí.
Entonces, si Jesús resucitó de los muertos, ¿dónde está? La Biblia nos dice precisamente dónde se encuentra: está sentado a la diestra de Dios (He. 10:12). También nos dice exactamente lo que está haciendo: cuando oramos, Él intercede ante el Padre por nosotros (He. 7:25). Además, sabemos por Juan 14 que Jesús está preparando un lugar para usted y para mí en el cielo, y que un día estaremos con Él allí (v. 2,3). Mientras tanto, Él está preparando todos los acontecimientos necesarios para Su retorno.
La Biblia nos da más razones para que nos regocijemos. Según 1 Juan 2:1, 2, Jesucristo es nuestro abogado. Verá, cuando el Hijo de Dios nos salvó a usted y a mí, sabía que no viviríamos vidas perfectas; sabía que habría momentos cuando pecaríamos contra Él. Por lo tanto, Él se coloca entre nosotros y el Padre para presentar nuestro caso.
Esta defensa está basada no solo en nuestra confesión y arrepentimiento para el perdón del pecado, sino además, en el hecho de que Jesús mismo puso Su vida y saldó nuestra deuda de pecado.
Cuando Él fue a la cruz, sufrió una muerte vicaria y expiatoria a nuestro favor. Por eso, podemos tener absoluta confianza de que nuestros pecados han sido totalmente perdonados. La salvación no tiene nada que ver con nuestra conducta, sino totalmente con la gracia de Dios, el amor de Dios, la bondad de Dios, la misericordia de Dios, y la sangre de Jesucristo. ¡Eso es para celebrarlo!
Pero más aun, estamos eternamente seguros en nuestro Señor. No hay ni un solo versículo en la Biblia que diga que fuimos salvos sólo por un tiempo determinado. Vea lo que dice la Biblia: El Señor da a los creyentes vida eterna, y nunca pereceremos (Jn. 10:28); somos “sellados para el día de la redención”, lo cual significa el gran día cuando Dios nos llamará al hogar celestial (Ef. 4:30).
Tenemos por seguro que nadie podrá arrebatarnos de la mano de nuestro Padre celestial (Jn. 10:27-30). Déjeme hacerle una pregunta: ¿Usted cree tener el poder para quitar algo de la mano de la Omnipotencia? Una vez que ha confiado en Cristo como su Salvador, es posible que tenga dudas o temores en su vida.
Tal vez se rebele y peque contra Él. Pero eso no significa de ninguna manera que ha perdido su salvación. Si eso implicara tal cosa, ¿Qué quiso decir Dios con “yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás”? (Jn. 10:28) Esto no es una licencia para pecar; es razón para regocijarse, para alabar a Dios, para andar en santidad delante de Él, y para obedecerle.